Adiós, BMN.Esta mañana he llegado a casa de mi padre, como lo había hecho más de ocho mil veces durante los últimos treinta y tres años, y no estaba. A final de cada mes me solía gratificar a cambio de ciertas habilidades con las que le obsequiaba con regularidad. Esta mañana he llegado a casa de mi padre y no estaba. Un señor que no conocía, muy bien vestido y seguro de sí mismo, me ha entregado un sobre con dinero a cambio de un recibí. Era lo que me correspondía para no volver. He preguntado dónde estaba mi padre, el señor me ha respondido con voz queda pero firme, que había muerto, que aquel que fue ya no era, que no volvería jamás, y que yo no apareciera nuevamente por la casa puesto que no tenía lugar en ella. Las casas tienen memoria, incluso más que los humanos.Yo sólo tengo las destrezas que requería mi padre, no tengo otras. Tengo cincuenta y cinco años, y me han dicho que a esta edad ningún nuevo padre querrá adoptarme. Ninguna mensualidad más. Ninguna habilidad necesitada. Ninguna destreza urgida. Ningún esfuerzo requerido. Ningún reconocimiento olvidado.El cálido amanecer de las jornadas en la oficina, es sólo hoy un golpe a la puerta del futuro, el que afrontaré sin ti, padre mío. Aunque ya no eras el mismo, llevabas más de tres años afectado de alzheimer y no me reconocías, y ya no te quería puesto que no eras tú. Hoy no te pierdo a ti, pierdo la oquedad en que te habías convertido. Me entristece por todo el tiempo honesto que la clepsidra rota ha derramado, pero me alegro de que el asistente gris que tú forjaste, junto con la libertad haya recuperado toda su gama de colores. Ahora que ya no estás, y no me siento en deuda con quien te ha reemplazado, repartiré el color por todas partes, sin excepción. No es mío lo que nunca tuve, es para todos aquellos, seres amados, a quienes se lo he escatimado durante tanto tiempo.Hasta siempre, Sa Nostra.Colau