Llevar un viaje preparado no te salva de la improvisación. Es más, siempre hay que dejar algo a la improvisación porque muchas veces es así cómo se descubre el país o ciudad que se está visitando. A Nueva York fuimos con los deberes hechos; un plano con los lugares y las direcciones de bares y restaurantes recopilados nos ayudó a comer durante varios días. Teníamos localizados lugares por todo Manhattan, menos en el barrio de Financial District.
A la hora de comer, y viendo que por allí había bastante movimiento, recurrimos a un truco que nunca falla: perseguir a la gente. Así fue como dimos con Stone Street, un callejón estrecho repleto de bares y restaurantes con terrazas que ocupan toda la calle. Se distingue claramente del resto de calles porque aquí no hay rascacielos sino apartamentos de como mucho tres pisos. Un lugar curioso e ideal para comer.
Escoger lugar donde sentarse no es sencillo con la oferta que hay en esta calle. De nuevo nos guiamos por el sello de Zagat que vimos en la puerta del local de Adrienne's. El local no tiene mucho de especial (por lo menos de día) y las mesas están para nuestro gusto muy juntas. La carta se compone de ensaladas, platos italianos al horno y pizza.
Elegir de la carta fue fácil: vimos que en todas las mesas había mega-bandejas de pizza y eso pedimos. El precio de la pizza (14,50 dólares) nos dio señales de que era para compartir. Elegimos la sencilla, con tomate y quesos, con masa gruesa, esponjosa pero crujiente en los bordes. Muy rica. Posiblemente también se pueda compartir entre tres, ¡enorme la pizza!
Precio (2 personas): $26 con una pizza para compartir, una ensalada y dos refrescos. Realmente nos sobró la ensalada que pedimos de primero y con la pizza hubiese sido más que suficiente. Se puede comer perfectamente por 10 dólares por persona (unos 8 euros) quedando saciado.
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