Adune

Publicado el 24 mayo 2012 por Netomancia @netomancia
Warren me miró a mi y yo lo miré a Warren. El tenía algo que yo no. Ese conocimiento era la diferencia entre la vida y la muerte. Corrió hacia la puerta y digitó la clave.
Dos días antes habíamos coincidido en el ascensor de Industrias Xexeryx. Nos conocíamos poco. Warren trabajaba en Control de Calidad y mi puesto pertenecía a Investigación y Recursos. Algunas veces nos veíamos en el comedor o en el estacionamiento, mientras el buscaba su Audi y yo iba por mi Corvette.
En la intimidad del ascensor me habló por lo bajo, como percibiendo que alguien podía escucharlo desde la cámara de seguridad.
- Conozco el proyecto Adune - fue su breve declaración. Suficiente para que mi vista se desplazara del pálido piso a su rostro impávido. Me quedé mirándolo, como queriendo informarle con el gesto que aquello no me preocupaba, pero no era cierto.
De todas formas, desvié la mirada y me concentré en el tablero del ascensor. A punto estuve de detenerlo y preguntarle de donde había sacado la información, pero logré contenerme. De todas maneras, volvió a romper el silencio y mi paciencia.
- También sé muy bien que vale millones. Muchos millones - remarcó.
Golpeé con el puño el interruptor rojo y el ascensor se frenó bruscamente, mientras mi cuerpo se arrojaba encima del de Warren, que solo había atinado, sorprendido, a refugiarse apoyando la espalda sobre la puerta de metal.
Lo tomé del cuello de la camisa y debió haber visto mis ojos encendidos, porque noté el miedo en los suyos. Apreté mi puño con bronca, frunciéndole la tela. Sentí como intentaba tragar saliva, ya sin el semblante seguro y sereno que portaba un minuto antes.
Arremetí con preguntas:
- ¿Qué carajo sabés? ¿Y cómo carajo sabés? Ahora hablá ¿Me vas a chantajear o qué?
Revoleó la mirada hacia arriba, esperanzado que alguien de seguridad lo observara a través de la cámara, pero al mismo tiempo supo que si alguien iba a su rescate, no llegaría a tiempo. Lo golpeé en la boca del estómago y se retorció sobre las rodillas.
- Dale, contame o te sigo pegando ¿Quién te mandó? ¿Qué querés?
Warren sabía que estaba jugado, que se había metido en una situación que iba más allá de la rutina diaria de controles diarios y planillas para rellenar. Pero no se acobardó, muy por el contrario, soltó sus pretensiones.
- Quiero la mitad. Y la promesa que nadie me va a seguir. A cambio tienen mi silencio absoluto. Pueden quedarse con la patente, el secreto y lo que se les antoje.
No podía estar seguro que supiera todo, pero tampoco podía salir del asombro de haber escuchado "Adune" de su boca. De alguna forma había hurgado en los archivos clasificados y sabía de la existencia del proyecto. Eso solo significaba un descalabro de dimensiones que poco podía calcular en esas circunstancias. 
- Conozco los montos - dijo mirándome a los ojos, ya sin el miedo de segundos antes - Conozco como lo llevarán a cabo y el plan para quedar bien parados. Sé cuales son los países detrás del plan, como también cada uno de las regiones del planeta que se verán afectadas.
Eran muchas precisiones, demasiadas. Activé el ascensor y pulsé con bronca el piso trece. El de mayor seguridad, al que solo accedíamos los que estábamos involucrados. No había guardias, no era necesario. Se entraba como en cualquier otro piso, pero no se salía sin la clave, que cambiaba a diario. Y digitarla mal equivalía a recibir una descargar de trecientos ochenta voltios.
Lo empujé hacia el pasillo. Su cuerpo se desparramó cuán largo era. Me acerqué sin prisa y lo ayudé a ponerse de pie, para luego empujarlo contra una de las paredes. Rebotó y volvió a caer al suelo. El muy maldito apenas si se quejaba. Había calculado todo, sabía que no teníamos opciones. O lo eliminábamos del camino o lo hacíamos partícipes.
- ¿Estás trasmitiendo, cierto? - le pregunté.
- Si - respondió entre jadeos - Todo lo que hemos hablado se ha ido grabando en forma remota. Alguien está guardando esta charla y si algo me pasa, lo dará a conocer. Tengo papeles también. Muchos papeles.
Supe que estaba mintiendo. No había forma de transmitir hacia el exterior sin que pasase por nuestros equipos filtradores de comunicación. Cada conversación de celular, cada mensaje de texto, cada bit enviado por una computadora, era interceptado y chequeado. La sola pronunciación de la palabra "Adune" reducía la transmisión a cenizas. Bien podría creer que estaba transmitiendo, pero no lo estaba haciendo. No tenía forma de hacerlo y quizá lo ignoraba.
En cuanto a los papeles, era imposible. Todo estaba en soporte digital, imposible de ser impreso por la programación en cinco dimensiones en la que se encontraba. Podía haberse filtrado en los servidores y haber visto, pero no pasaba de eso. Sabía lo que se tramaba, pero había elaborado su propia jaula.
- Bien - le dije - Entonces no hay formar de ganar. Vayamos al vigésimo piso y arreglemos esto por las buenas. 
Me adelanté, pero Warren se puso de pie y tomándome de un hombro me arrojó hacia atrás.
- También sé lo que es este piso y lo que supone que digites primero. Quedaré atrapado aquí adentro ¿verdad? - sonrió burlonamente, había pensado en todo, sin dudas.
Entonces Warren me miró y yo lo miré a él. El tenía algo que yo no y ese conocimiento era la diferencia entre la vida y la muerte. Corrió hacia la puerta y digitó la clave.
Murió al instante. Poseía el dato inválido. En mi mente estaba la contraseña correcta. El pobre Warren tenía quizá la del día anterior, o más vieja aún. Un detalle fatal.
Adune seguía a salvo.