Me encuentro en desventaja. Soy aficionado a casi todos los deportes (de mirar), y cuando un grupo de "
muy bien pagados"
representantes de nuestra unidad geográfica consigue tan magníficos resultados, me alegro de verdad. Luego empleo una cantidad importante de mi tiempo
reflexionando sobre la intrincada
mercadotécnia que lo envuelve todo y acabo
mosqueandome. Pero que le vamos a hacer.Por lo que no paso es por la estulticia de despotricar contra el gobierno (sea el que sea) aprovechando una medalla de oro o volver a casa en los cuartos de final solo porque lo que me pone es despotricar contra el gobierno (sea el que sea). O creer que hago profundos estudios socio-económicos con cuatro amigos tan listos como yo y tres vinos en el cuerpo mientras hago la ronda por "la Laurel" y las parientas hacen la cena o lo que sea que hacen esas mujeres mientras yo arreglo el país mejor que esos idiotas que nos gobiernan.
Eso si son deportes (
inter)nacionales.Estos días, todos tenemos banderas (a)legales en los balcones o en la antena del coche. Nadie quiere hacer política, pero todos participan de ella.
Uno está
tranquilamente en el bar (el más relajado de su entorno, lo que ya es difícil) intentando disfrutar de un decente espectáculo y siempre aparecerá el gilipollas de turno, algo cocido por costumbre, que te
jode la tarde dando voces:
- contra el presidente de la RFEF que, dicho sea de paso, arrastra una fama bien ganada de "maquinador para autoperpetuarse" (como el Bautista de la SGAE, pero a éste no lo conocen);
- contra "el jugador ese que se está tirando a la tía esa", así sin nombres propios como si creyese que el anonimato es agravante en ese presunto pecado (¿acaso el no ..........?, no, seguro que no);
- contra el seleccionador de turno, con ínfulas de ser muchísimo más inteligente que él;
- mentando a la madre de cualquiera que aparezca en el monitor (especialmente a los árbitros) y dando gritos en tu oreja porque piensa (¿?) que todos los demás son sordos.
Entonces, te vuelves, percibes su amargor social y rencor humano exhudando por todos sus poros y,
educada pero firmemente, le pides que no levante tanto la voz tan cerca de ti y descubres que te está mirando como si fueses un marciano y en su rostro congestionado puedes leer: ¿que hace un tipo como éste aquí?. A continuación entorna los
ojillos brillantes, te echa el aliento un poco más si cabe mientras resopla y se aleja cinco metros para seguir con su diatriba (que más quisiera yo que entendiese el término, pero me da igual).
Pd.- Oigo decir al presidente de la República Sudafricana que el evento les está reportando muchos beneficios. ¿Veremos alguna mejoría en la situación de pobreza de millones de sus habitantes? Espero que sí.