Revista Diario

Agorafobia

Publicado el 05 julio 2011 por Mixha
Agorafobia
Nunca supo que decir a los demás. La desconfianza se convirtió en desesperación y eso fue minando su espíritu que se volvió en una sarta de odio y rencor.  Ignorando la crueldad floreció con amargura  que acabó convirtiéndolo en lo que más repudió.A lo lejos escuchaba el sonido de las embarcaciones que cruzaban bordeando la bahía, podía recrearlas en su mente una y otra vez como móviles espectros. Percibir el rojo que brotaba del cielo, lo empujaba a retirarse lánguido ante la luz. Sin embargo, juntos podíamos penetrar entre las oscuridades y  acercarnos a través de la ventana para ver una y otra vez los barcos alejarse.AgorafobiaPermanecía impasible ante la ventana, ajeno al ruido de su alrededor. Y casi con sigilo me acercaba a su lado, para decirle que podía salir al muelle a ver el mar. Por momentos, creía que era sordo porque no respondía a nada de mis preguntas. Solos hasta oscurecer veíamos caer la tarde por la ventana. Así fueron los días, meses y años. Las cartas dejaron de llegar y sólo el mensajero de vez en cuando llegaba con algún recado. Hasta que vio algo en el paisaje que lo incitó a ir hacia la puerta. Cuando llegó, se quedó inmóvil, estupefacto, se inclinó y se fue resbalando por la orilla de la puerta tratando de llegar al pasadizo, “vamos avanza” le gritaba. El estaba entre la puerta y el pasadizo, impávido casi catatónico “no puedo” decía. “¿Me oyes, me oyes no es cierto?” le grité más fuerte. El comenzó a golpearse la cabeza con las manos, “cállate, no debo escucharte más”. Y se quedó sentado al pie de la puerta, viendo ondularse los pasadizos, hasta  sentir el infinito miedo de salir de ahí.
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