La ciudad huida.
Sus almas masacradas por la invasión de persianas
o en formación bajo mando de sombrillas
en algún paraíso forzoso de las proximidades.
Aquí el gueto
el color de los condenados y las moscas
donde se urde y trafica el destino uncumplido
tras el éxido bifronte a la abundancia, espejo
de otra orilla repudiada en vano.
Adonde irá quien sólo persigue su rumbo interno
en una ciudadque no regala complacencias.
Cada paseante es un superviviente,
una historia que no cabe en el confinamiento
de quienes miden la vida en fechas y estaciones.
La ciudad desierto.
Yo centinela, alfanje en ristre,
advierto al viajero que espera encontrar
el dócil curso del agua:
el agua es sólo para quien resista
el fluir de los días despojados de excusas.
Natalia Carbajosa