Revista Talentos

Aguantar o soportar, en el amor

Publicado el 18 marzo 2015 por Sylvia
Siento interés por las parejas que han conseguido mantenerse unidas, amándose, a través de décadas. Por las parejas de personas mayores que consiguen llegar juntas a la vejez, no simplemente coexistiendo en una casa, sino realmente siendo una pareja sentimental.
Cuando se piensa en las características de esas personas, o de su relación, se considera lo positivo: que se demuestran el afecto, que se cuidan, que consideran las necesidades de la otra persona, etc. También se pueden abstraer ciertos "principios estratégicos": no dejar que los hijos se interpongan en la relación, resolver los conflictos antes de que crezcan... Pero hay algo que creo que a nadie le gusta notar, y que es de lo más importante; algo que sería políticamente incorrecto sugerir a las parejas actuales: estas personas, en un momento u otro de la relación, han "aguantado" o "soportado" una mala actitud o un mal comportamiento de la otra persona. Más allá de tolerar algún hábito molesto, y antes de perdonar algo indebido, ha sido necesario que durante algún tiempo, permanecieran en la relación cuando estaban siendo tratados de una manera injusta, oprobiosa o indebida. Y si a nadie cuerdo le ha gustado nunca "aguantar" o "soportar"; menos, en estos tiempos. Por supuesto: el amor no se trata de eso: el amor da buen fruto y crece entre el respeto y la amabilidad. Pero por una u otra razón, el amor entre dos seres imperfectos tiene malas rachas, en las que se ensombrece dejando partes de la relación vulnerables y expuestas a una gama de cosas penosas. Ahora, cuando "lo penoso" ocurre, se deja morir lo que quede de amor, y cada cual se pone a salvo.
He oído a algunas mujeres mayores, decir que si hubieran tenido la facilidad para salir adelante económica o socialmente después de un divorcio, se habrían divorciado cuando el esposo hizo esto o aquéllo. Así que algunas mujeres del siglo pasado, tal vez muchas -hablo con más mujeres que hombres-, se quedaron en una relación, a pesar de infidelidades, abandono emocional, groserías, etc., porque sintieron que no tenían opción. Pero otras se quedaron porque querían conservar el matrimonio: por amor, del modo en que entendieran el amor; y finalmente, la esperanza de que las cosas "se arreglaran" se convirtió en realidad. Quince años o treinta años después de la crisis, haber "aguantado" o "soportado" un tiempo, no parece haber sido mala idea. Esto es delicado porque puede confundirse con la pasividad de quien está en posición de víctima. Aceptar un trato indigno es un lento suicidio emocional; esperar que el violento cambie sin hacer nada al respecto, es peligroso e inefectivo. No se trata de eso. Tal vez se trata de ser sagaz en medio de la defensa de lo que es propio...
Silvia Parque

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