Revista Diario

Ahogado en un océano de hipocresía

Publicado el 01 abril 2014 por Siempreenmedio @Siempreblog

Mi madre fue de esas escasas personas realmente fieles y leales. Lo fue en lo personal, con su familia y con sus opiniones respecto a muchos personajes públicos. Lo fue tanto que, en muchas ocasiones, rayaba lo talibán.

Muy apasionada en el seguimiento del devenir político, -ella me lo inculcó-. Discutíamos de política un día sí y otro también. Nuestras posiciones y planteamientos poco o nada tenían que ver, pero, ambas reconocíamos en la otra la fuerza de la convicción propia y la capacidad argumental.

Esa lealtad exacerbada hizo que mi madre fuera inamovible en casi todos sus planteamientos. Con el que más firmeza mostró siempre en el ámbito político, fue con la defensa a ultranza de la figura de Adolfo Suárez.

A ella nadie le hizo dudar nunca de la capacidad política de Suárez. Su admiración por su presidente, el único que para ella “valió de verdad”, fue directamente proporcional al odio que sintió por todos aquéllos que desde la tribuna y especialmente desde los despachos conspiratorios menoscabaron a Suárez como político y lo condenaron en vida a una cruel soledad pública y privada inmerecida.

Mi madre siempre confirmó su confianza en él con su voto en las urnas, contra viento y marea, hasta en los peores momentos.

Sus lágrimas hubieran sido de las poco sinceras que en este país se han derramado esta semana por el primer presidente de la etapa democrática de “esta España mía, esta España nuestra”.

océano-atlánticoEstoy convencida de que mi madre, en su tumba, se ha revuelto estos días, y mucho, viendo tanta hipocresía concentrada, tantas lágrimas de cocodrilo. Tantas que entre todas han creado un océano hipócrita en la que han ahogado a Suárez y su verdadero legado. Hasta muerto lo han vejado y utilizado para ocultar el hastío general en un país cansado con una democracia gastada.

Mi madre me enseñó muchas cosas en vida, pero la lección más importante la aprendí con su muerte: si respetas, aprecias, quieres o amas a alguien, demuéstralo mientras viva y déjate de homenajes y arrepentimientos cuando muera.

¿Qué valor tiene llorar la muerte de quien desaprovechaste mientras vivía?


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