Hola a todos. Más vale tarde que nunca supongo.
Ha pasado mucho tiempo y algo mas que tiempo ha pasado.
¿Cómo fue el MIR? Pues, es toda una experiencia... A mis compañeros que estarán pronto en el ruedo sólo les puedo dar ánimos desde aquí. El camino es largo y cansado pero como todo, tiene un fin. Y llega. Vives el subidón de energía para caer en un pozo de sueño atrasado y un día de la marmota (2 febrero) eterno. Encima, te encuentras con que es febrero, así que la manta y el sillón son tus mejores aliados.
Desde el minuto cero del post-MIR mi cuerpo ha empezado el largo proceso de recuperación. Me ha pedido descanso, comida y sol. Por las mañanas me levanto como si hubiese hecho un esfuerzo sobrehumano, como si hubiese tratado de levantar una tonelada en peso y esta mole hubiese caído sobre mí. Eso es el MIR. Al terminar en Madrid, las pocas energías que me quedaban las aproveché para hacer la mudanza, meter mi mundo en cuatro cajas y arrastrar mis maletas y mi culo al aeropuerto. Suficiente...En casa me he olvidado hasta de cocinar. Soy menos que una persona, un despojo que deambula en pijama por las habitaciones. Si ha habido algo realmente estimulante en mi regreso ha sido el calor y el buen tiempo. No soy amiga de las aglomeraciones en la playa, así que encontrarme en una playa desierta un martes por la mañana lo considero paradisíaco. Otras veces, como hoy, cae algo de llovizna y el olor a tierra mojada me recuerda inevitablemente a Inglaterra.
Ahora, ¿qué? Volveré a mi mundo, la aventura MIR se ha terminado para mí. Ante mis pasos se abre un nuevo camino aún incierto. No sé dónde puede llevarme aunque todavía me quedan estos días, los del descanso, el sol y la felicidad.
Gracias lectores por seguirme hasta aquí, por los mensajes de apoyo y las buenas vibraciones durante todo este tiempo. Es hora de regresar a lo que me gusta, a ese algo que hay entre tú y yo, mi más ambicioso proyecto creativo. ¡Hasta pronto!