Publicado originalmente en liberalspain.com
Parece que se está liando buena con el asunto de la retirada de las ayudas a los astilleros que el amigo Almunia propone desde la denostada Bruselas. Y la verdad es un asunto peliagudo, que puede dejar a muchas familias en la calle, lo cual, objetivamente es una mala noticia. Pésima.
En cualquier caso estamos ante un ejemplo más de la distorsión reinante y la papa mental que la sociedad biempensante muestra sin sonrojo sobre lo que es, o debiera ser una empresa. La cultura del subsidio nos puede. Nos gobierna. Nos lleva a la destrucción. Y no quiero ponerme melodramático.
En algún que otro foro ya he dicho que las empresas comen dinero, han de ser rentables, Perogrullo. Pero parece que es más cómodo el latrocinio de los que funcionan para intentar salvar a los que no funcionan. Cualquier empresa que necesite subvenciones para mantenerse, está condenada a la huelga, la quema de contenedores y el cierre, con sindicatos echándose las manos a la cabeza y las vestiduras rasgadas.
Un empresario sólo puede ser considerado como tal cuando asume riesgos y crea una maquinaria capaz de generar riqueza, de forma sostenible (y digo sostenible porque es la palabra que toca, sin reinterpretaciones modernas) en el tiempo. Sin inyecciones de dinero más allá de la inversión que debe generar réditos o el crédito que debe devolverse. Debe ser capaz de transmitir esto a sus empleados y conjuntamente ir en la dirección acertada, siendo todos conscientes de que puede llegar el día que la empresa fracase.
Aquí vivimos del trapicheo y la explotación en muchos casos, del expolio del trabajador y de la empresa por parte de un hiperestado oneroso siempre, que nos devuelve, como regalo envenenado, parte de lo robado en forma de ayuda, subvención o crédito ICO.
Pongámoslo todo junto y tenemos talleres y tiendas, muchas, y bares, más, pero empresas, lo que se dice empresas tenemos poquitas. Haberlas haylas. Claro está. Pero estamos más acostumbrados a ver como tipos que se llaman empresarios trasladan el expolio que el estado les hace sufrir a sus propios trabajadores, aprovechando una situación de falso dominio. Trabajadores que no se enteran que del bienestar de la empresa depende la estabilidad de su trabajo. Malos entendidos. Distorsión en la apreciación de la realidad.
Ahora vienen mal dadas. Parece que se puede pinchar la burbuja del Estado. Que el Estado del Bienestar le está viendo las orejas al lobo, y esas empresas, que han sido creadas bajo su manto están abocadas al fracaso, y sus trabajadores a paro. Un drama. Un drama que tarde o temprano tendrá que ocurrir. Para sanear la pierna gangrenada, hay que cortarla. Y eso hace pupa. Mucha pupa. Y la rehabilitación es larga.
Siniestro Total – Dame comida. (Un poco de humor que no falte)