Revista Diario
Ainara
Publicado el 06 marzo 2018 por LaikaAmaneció un día gris y tenía yo necesidad de cortarme el pelo. Acudí a una peluquería cercana, pues ya había hablado yo con la dueña el fin de semana. Pero tenía la semana completa hasta el sábado que tenía un hueco porque una clienta le había fallado.
No podía esperar y me despedí de la dueña quedando para otra vez.
Cuando tengo mal el pelo, me siento fatal. Es como si estuviera toda desarreglada.
Como acabo de llegar, estoy probando a ver quien me coge el tranquillo...como se suele decir. He ido varias veces a la peluquería de una chica encantadora que tiene una amiga en Guardo y estoy contenta con ella, pero quería probar algo nuevo.
Me encaminé unos metros más allá donde había un salón de belleza y también peluquería.
Salió a recibirme, Ainara.
Desde el primer momento me llamó la atención su porte risueño, sus pasos ligeros hacia la sala donde me iba a atender.
Se la veía una mujer segura de si misma y eso me gustaba.
Después de lavarme la cabeza desenfundó unas tijeras con mucho salero y allí comenzó una lección de profesionalidad maravillosa.
Cada vez que daba un corte, era como un paso de baile con una hermosa sinfonía de fondo. Un ir y venir por mi cabeza haciendo arte en cada intento.
Sus ágiles dedos con una precisión de cirujano iban marcando el compás dando la forma deseada.
Con un solo instrumento y sin partitura, era tal la armonía y composición llevando el compás, que me casi me trasporta al séptimo cielo.
El talento y la creatividad al unísono se habían confabulado en aquel momento de manera genial.
El concierto sin director ni batuta que lo dirigiera, estaba siendo sublime.
Yo estaba fascinada mirándola mientras asentía al verme en el espejo.
Charlamos largo rato- hablo por los codos aunque acabe de conocer a alguien- Le conté que no hacía mucho me había venido a vivir aquí. Ella me contó que vive en el Barrio San Juan y no hace mucho que trabaja aquí.
Por supuesto le hablé de mi blog y mi actividad en la redes sociales.
Sin dudar un solo instante, con esa seguridad que intuí al verla, en breves minutos fue terminado su trabajo.
Ya casi éramos grandes amigas. En un momento concreto le vi un tatuaje muy original y le pedí me lo enseñara. Tenía además un montón por todo el cuerpo.
Le comenté que si no la importaba le iba a hacer un relato en mi blog. Accedió encantada y le mandé posar para que pudierais verlo de cerca.
Se ha tatuado una tijera, la misma que maneja con enorme soltura.
Me comentaba que a veces escucha que no es tan difícil cortar el pelo. Ella se sonríe porque sabe muy bien que lo suyo es vocacional y lo vive como una verdadera artista. El artista pone pasión y sabe sacar su creatividad a flote en aquello que emprende.
No es nada fácil dar forma a una cabeza para que luzca soberana...
Ella me lo ha demostrado hoy.
Me despedí sonriendo y con un montón de ideas en mi cabeza recién pelada para mi relato.