Al final...

Publicado el 02 julio 2012 por Hada

Al final llego siempre a la misma conclusión: la eterna soledad es la única constante, la única compañera vital del ser humano. Porque sí, de acuerdo, nacemos de y con nuestra madre, nos crían y crecemos en un medio social; vivimos, nos relacionamos y siempre estamos rodeados de personas, pero, al final, cuando uno se mete en la cama cada noche, se tapa , apaga la luz de la mesilla y se acurruca, ¿con quién se queda uno y quién está contigo?

Al final sólo tú y ella... Y lo peor es que le damos la espalda, la evitamos y la negamos constantemente. Intentamos no hacernos a la idea de que anda en nosotros, ni siquiera pegada a nosotros, no. Porque nuestra amiga soledad se halla dentro de cada uno de nosotros. De ahí que pasemos horas delante del televisor, escuchando música a todo volumen, saliendo con amigos a lugares repletos de más gente o hablando por teléfono durante dos horas con quien, quizá, ni te interesa escuchar. Pero, claro, todo ello resulta indispensable para no caer en la cuenta de nuestra eterna, infinita y constante soledad.

Al final lo mejor  es que por mucho que la rehuyas y por más que te hagas el loco ante su presencia, nuestra incansable amiga logra trepar hasta ti, silente y cauta, sabia y terca, sutil y aguerrida, anclándose a tu alma, aferrándose a tu mente y abrazando a tu corazón.

Al final, la íntima soledad suele ser la única que te da tanto como tú le niegas: abrazo y cariño, dedicación y entrega, conocimiento y plenitud. Porque tan sólo en su presencia somos verdaderamente NOSOTROS.

Bienvenida, Soledad: al principio y al final.