Al final sólo tú y ella... Y lo peor es que le damos la espalda, la evitamos y la negamos constantemente. Intentamos no hacernos a la idea de que anda en nosotros, ni siquiera pegada a nosotros, no. Porque nuestra amiga soledad se halla dentro de cada uno de nosotros. De ahí que pasemos horas delante del televisor, escuchando música a todo volumen, saliendo con amigos a lugares repletos de más gente o hablando por teléfono durante dos horas con quien, quizá, ni te interesa escuchar. Pero, claro, todo ello resulta indispensable para no caer en la cuenta de nuestra eterna, infinita y constante soledad.
Al final lo mejor es que por mucho que la rehuyas y por más que te hagas el loco ante su presencia, nuestra incansable amiga logra trepar hasta ti, silente y cauta, sabia y terca, sutil y aguerrida, anclándose a tu alma, aferrándose a tu mente y abrazando a tu corazón.
Bienvenida, Soledad: al principio y al final.