La contradicción se respira 24 horas por segundo.
Pero creo que lo peor no es eso, sino lo que no se atreve a decirse en la cara. O no se puede. Es decir, se piensa X y se manda W.
¿Acaso es un acto hipócrita, dudoso, cobarde, normal o piadoso?
Me pregunto en qué momento de la vida cruzamos ese límite, y comprendemos e incorporamos esos códigos de los cuales están formadas las complejas debilidades humanas.
Quiero eso, pero no puedo. No puedo, porque no quiero. Me gustas, pero no me gustas. No te banco, pero en realidad te soporto. Sos insufrible, pero me haces bien. Y así hasta morir o cambiar. Valga la redundancia. En todos los planos.
¿Es un tema cultural o personal?
Parece ser que es más fácil mantener un orden, un equilibrio, una mentira piadosa, que aferrarse al pensamiento más primario. Primario por primogénito, no por limitado. Es más fácil panquequear un segundo, que aguantar por horas.
Entonces ¿cómo es?
¿Tenemos miedo a mostrarnos como somos, o buscamos creatividad para no caer en la rutina?
Tal vez Quino nos de la respuesta.
(La normal inadaptada)
Autor: MP – 26/07/10