Sin dudar un segundo comienzo a caminar hacia allí. Al cabo de un rato tropiezo con una piedra y caigo. Da igual, me levanto y sigo andando. El camino comienza a convertirse en cuesta, pero no importa, cada vez queda menos. De repente me encuentro una valla, dudo unos instantes pero decido saltarla y continuar caminando. Estoy cansada, aún así sigo. Una zanja, no pasa nada, se salta; cojo impulso y llego al otro lado. Camino durante horas, sin ningún incidente que destacar. Cada vez lo veo más cerca, ahora sí, estoy segura, es una persona aunque aún no distingo sus rasgos pero estoy cerca, y es lo único que importa.Impaciente echo a correr sorprendida de encontrar el camino tan despejado. Pero me detiene un abismo. Tardo días pero logro cruzarlo, emocionada. Y llego, llego y le alcanzo consiguiendo todo aquello con lo que soñé, mis metas, mi felicidad. Esta historia me recuerda la necesidad de pensar que Al final de túnel siempre hay una luz.
