Funesto es el adjetivo que preside el lluvioso día de entrada. Funesto, con esa luz cegadora de color hueso de muerto. Cuando llueve hace menos frío aquí, nos alejamos de los cero grados de la madrugada. Este blanco espectral suma irrealidades a la convención de un nuevo año, porque el calendario (la Tierra, el camino del Sol por la galaxia) no se ha detenido un segundo: atentados en Estambul, una mujer fallece al caerse por una ventana y se investiga a su expareja con orden de alejamiento que, sin embargo, estaba demasiado cerca. Las luces de feria de los horrores siguen en la tienda, tal y como las dejé el año pasado.
Hoy no tengo energías para estar aquí, todavía con el sueño a destiempo no recuperado, otra vez con horas faltantes porque las mejores ideas ansiosas aparecen antes de dormir, sobre todo si al día siguiente estás condenado a desperdiciar el tiempo. Qué hago aquí si podría estar en mil lados distintos, haciendo cosas más importantes, etcétera. Todo muy pasivo-agresivo, porque las fuerzas están gastadas antes de empezar. Repaso el correcto desayuno hipercalórico en este intento chapucero (año nuevo, propósitos) de dieta para engordar los 50kg clavados de la báscula. Y el pastillazo de vitaminas extra en formato sintético tampoco se me ha olvidado antes de salir. El esfuerzo mental de mantener un esfuerzo mental en una labor que no requiere esfuerzo mental sino físico gasta todas mis calorías, que se traducen a huesos.
Ni siquiera un respiro para pensar en una lista de mejores libros de 2016. Pasó la oportunidad.
A cinco minutos de entrar en la cárcel llega un mensaje con mis propias palabras comentadas por un lector. Y la funestitud aumenta, cómo no iba a hacerlo con ciertos despistes (preguntas sobre el texto que se explican en el párrafo siguiente, palabras especiales que van en mayúsculas porque tienen entidad propia en esa historia o quitarle tildes a un adverbio interrogativo que sí lo lleva en una pregunta indirecta) que no tomo a mal. Encima que lo ha leído, no pedía concentración extrema. Lo que en realidad está mal es la condición espectral del asunto, porque es una condición bajo la que este nuevo año tampoco funciona la sociedad. Qué gran estupidez es esta de hablar de todo lo que escribo y lo que he escrito cuando no hay resultados en los que apoyarse, qué importan 25 años o 25 minutos si el resultado...
Que es lo mismo que ocurre al final del día, da un poco igual el desgaste supremo de insistir con un cliente y con otro, si las cifras no cubren el resultado. El estilo (incorrecto para mí) de motivación por parte de la autoridad es el de siempre, seco, cortante y gritón, pero hoy (el cansancio baja las defensas mentales) ese discurso de que eres un inútil incapaz y debería darte vergüenza y miedo choca con lo absurdo de los minutos regalados como favor o de por favor, nada de bajas laborales por enfermedad que no tenemos personal suficiente. Empresas que reclaman caridad para sí.
Las funestitudes que duraban una tarde duran apenas cinco minutos; ya veía el segundo día del año, primer día laborable, con el típico bajón en el que sólo te apetece llorar pero de puro cansancio. Nada, cinco minutos. Enseguida recuerdo la asignatura de Psicología Fisiológica, tema concreto del sueño, de los distintos artículos y trabajos ahondando en el tema: a mi cerebro le faltan con exactitud dos horas y cuarenta minutos de sueño, aparte del cansancio físico de ir de un lado a otro con cajas. Y eso hace que sea un horror todo, pero qué inútil eres, pero qué desperdicio total de capacidades, ya podían haber acertado los mayas en su momento, mira qué exceso de apocalipsis de la raza humana que siempre se retrasan.
Consciente de que todo es una mierda, pero no tan gorda, sino que me falta descanso y eso abrillanta el color de la mierda, el día siguiente es otro comienzo, dentro de la marea de año recién estrenado. Me despiertan la vibración del móvil con sucesivos mensajes directos de un sitio para freelancers sobre una oferta de locución, para preguntar ciertas cuestiones técnicas. Mira qué bien tener a mano el sitio y algún vídeo de YB con lectura de texto.
Sorpresa cuando puedo prepararme el café del desayuno. Suelo necesitar media hora para ser persona, desde el minuto uno ya tenía el cerebro funcionando. Con ese impulso, la prisión se toma como un juego necesario. Escribir la basura, pero con muchas emojis de esos llorando de la risa al final de la línea, para que se entienda.