En repetidas ocasiones he dejado claro en este blog que yo soy una de esas personas escépticas -por experiencia propia y ajena- sobre la amistad entre hombre y mujer. Salvo que se den unas circunstancias muy especiales, esto se convierte en misión imposible. Incluso quien defiende la causa como simplemente fraternal es, a poco que se profundice, parte emocionalmente implicada.
He encontrado, casi por casualidad, un poema de Susana March que adopto como deseo utópico de esa amistad que se nos resiste, bien por deseos unilaterales, bien por incomprensiones sociales, bien por otras secretas causas que impiden una relación más acá de la sexual.
Yo misma he censurado y vetado (arrepintiéndome después, pues no hay nada como prohibir para despertar el deseo), una relación semejante, creyéndome dueña de mi “propiedad”. ¿Si conseguí mi propósito de salvaguardar “los muebles”? Eso nunca lo sabré, pero sí sé algo que aprendí después: no me hubiera gustado estar en la piel de ninguno de los dos…
Como siempre, la confianza debe reinar entre quienes ya han prometido quererse para siempre, y no hay mayor obligación moral de lealtad, que saberse totalmente libre para decidir y actuar.
A un hombre
Salvar este gran abismo del sexo
y luego, todo será sencillo.
Yo podré decirte que soy feliz
o desdichada,
que amo todavía
irrealizables cosas.
Tú me dirás tus secretos de hombre,
tu orfandad ante la vida,
tu miserable grandeza.
Seremos dos hermanos,
dos amigos, dos almas
que alientan por una misma causa.
Hace tiempo que dejé la coquetería
olvidada en el rincón oscuro
y polvoriento
de mi primera, balbuciente feminidad.
¡Ahora sólo quiero que me des la mano
con la fraternal melancolía
de todos los seres que padecen el mismo destino!
No afiles, porque soy mujer,
tu desdén o tu galantería,
no me des la limosna
de tu caballerosidad insalvable y amarga.
y luego, todo será sencillo.
Yo podré decirte que soy feliz
o desdichada,
que amo todavía
irrealizables cosas.
Tú me dirás tus secretos de hombre,
tu orfandad ante la vida,
tu miserable grandeza.
Seremos dos hermanos,
dos amigos, dos almas
que alientan por una misma causa.
Hace tiempo que dejé la coquetería
olvidada en el rincón oscuro
y polvoriento
de mi primera, balbuciente feminidad.
¡Ahora sólo quiero que me des la mano
con la fraternal melancolía
de todos los seres que padecen el mismo destino!
No afiles, porque soy mujer,
tu desdén o tu galantería,
no me des la limosna
de tu caballerosidad insalvable y amarga.