Alameda vital

Publicado el 04 enero 2013 por Bloggermam

Caminaba por el bulevar  con la cabeza gacha, observando las sombras con las que se cruzaba a intervalos regulares.

Se deleitaba en la belleza irregular de las formas que se recostaban sobre las losas del paseo.

Trataba de desentrañar el misterio que cada silueta distorsionada encerraba en su caprichosa forma, averiguando a qué objeto correspondía cada forma proyectada en el suelo. Quizás un árbol, quizás un banco, quizás el fugaz paso de algún animal.

Llegó a adquirir una gran destreza en este extravagante arte y ya casi ni se tenía que esforzar. Sólo tenía que caminar con la cabeza curvada sobre el suelo, ignorando todo lo que acontecía a su alrededor. Un paso más, una sombra nueva, un reto por desentrañar. Otro más, un paso más hacia adelante y otro pequeño aumento en su obsesión.

Con el tiempo esta apasionante tarea se tornó mecánica, pero igualmente adictiva. Continuaba con su serpenteante caminar, cautivado por las sombras, desentrañándolas sin esfuerzo, murmurando “árbol”, “tocón”, “ardilla”; pero eran palabras vacías de significado puesto que las sombras habían devorado su memoria y ya no recordaba a qué cosa correspondían las palabras que mecánicamente escupía al mirar las figuras del suelo.

Hasta que llegó al punto en el que todas las sombras le parecían lo mismo. Dándole igual a qué podrían asemejarse. Y en lo que le pareció un suspiro llegó al final del paseo de la alameda, rematado en un abismo infinito, insondable, un vacío perpetuo y sin solución.

Aturdido, se giró sobre si mismo; y por última vez, puede que incluso por primera, alzó su cabeza. El dolor en su arqueado cuello rivalizaba con el de sus ojos que observaban extasiados la belleza pura de la alameda por la que transitó toda su vida, desperdiciada en la contemplación de reflejos vacuos. Pero el dolor más hondo era el de comprender que sólo al llegar a su penúltimo paso había aprendido a distinguir lo que era realmente importante en la vida.