Se preparó a conciencia. Tenía tiempo, él llegaría sobre las 8 y le quedaban dos horas para estar lo más deseable posible. Puso música, siempre que se arreglaba le gustaba tener banda sonora. Se dio una ducha y utilizó el exfoliante corporal para que su piel estuviera suave. Lavó su pelo y lo untó con mascarilla con el mismo objetivo. Se cubrió de crema hidratante, deteniéndose en cada pliegue y vaporizó un poco de perfume entre sus pechos. Siguió mimándose acompasada con los acordes de fondo. Secó su melena y se puso un toque de colorete para encender las pálidas mejillas del invierno. Sacó el camisón de encaje negro, ese que no se ponía nunca, se ajustaba enfundando su pecho que quedaba sujeto al cuello con dos finísimas tiras y, aunque se veía más de lo normal, su aspecto era tan pleno que se sintió hermosa. Un hormigueo en su tripa le indicó que se encontraba un poco inquieta, esperaba acertar pero no estaba segura. Se cubrió con un albornoz y se dispuso a preparar la casa, como en las películas. Unas velas, la mesa bonita, luz tenue y algo de jazz, el vino lo traería él. Creo que no falta nada, dijo en voz alta. Se sentó en el sofá y esperó. Siempre había oído que las mujeres embarazadas estaban muy sensibles, que no soportaban que las tocaran pero a ella la inundaba el deseo desde el primer momento.

Tom and Katrien,Flickr
Una mirada, un susurro, el más mínimo roce bastaban para encenderla, era pura sensualidad, pero sabía que ningún hombre querría estar con ella en ese estado. Los que formaban parte de su entorno pensaban que tenía pareja, no iba por ahí explicando que se había inseminado, y los que no la conocían, en cuanto veían su tripa reculaban. “Es normal, estoy gorda, torpe, de todo menos atractiva”, pensaba, pero entonces recordaba de inmediato lo feliz que era, deseaba ser madre y todo lo que implica, nunca se había sentido mejor y la ocupaban otros pensamientos, “soy preciosa, sensual, atractiva y me muero de ganas”. No estaba segura de haber hecho las cosas bien. Pedro había flipado cuando le explicó lo quepensaba hacer. Jugaba con ventaja, él siempre había estado enamorado de ella y ella siempre le vio como un buen amigo, pero esto era una necesidad. Y ahí estaba sentada en su sofá, cubierta de encaje, dispuesta y anhelante por acoger algo más que a su hijo en su interior cuando tocaron a la puerta.
