Isaac Albéniz, Suite española: Asturias (arr. Andrés Segovia)
Eduardo Fernández, guitarra
© DECCA 1987
La pieza que acaban de escuchar podríamos considerarla el origen de esta entrada que, sin saberlo, se empezó a escribir hace muchos años. Ese origen a su vez se convierte en fin, cerrando así un círculo que ha ido creciendo durante años.
Mi interés por esta obra me llevó a buscar alguna grabación, que fuera de las clases de guitarra, supliera lo que mi profesor me hacía llegar. El primer disco que encontré fue el que contiene el corte que encabeza esta entrada. Un CD de Eduardo Fernández interpretando a la guitarra de manera magistral obras de Albéniz, Granados, Tárrega y otros compositores españoles. Guardo el disco como oro en paño. Fue seguramente mi primera adquisición de música "culta" y en él se encerraban mis sueños (frustrados) de ser guitarrista.
Cuando descubrí que la pieza original estaba escrita para piano, me lancé a buscarlo por los estantes de las tiendas de discos. No buscaba una interpretación en concreto. Mi falta de conocimiento sobre cual podía ser una grabación de referencia o no, era absoluto. Un día me encontré con un disco con piezas de Isaac Albéniz, que incluía el Asturias, interpretado por una señora que para mi era una perfecta desconocida. Pero su imagen desde la portada del disco invitaba a comprarlo. Era una señora menuda. Elegante. De rasgos amables y con una sonrisa llena de ternura. El rostro de la abuela que cuenta cuentos. La abuela que hace magdalenas a sus nietos y cuida de ellos cuando están enfermos. En ella vi la imagen de mi abuela, una de las grandes culpables de mi amor por la música.
Cuando escuché por primera vez el disco quedé totalmente atrapado. Atrapado por la música y por esa manera de interpretarla. Como ya he dicho en muchas ocasiones, en cuestiones musicales no me guío por un criterio técnico (cosa que no tengo), me dejo llevar por el sentimiento y las sensaciones que me producen lo que escucho. Y lo que escuchaba en aquel disco era la transformación en sonidos de lo que aquel rostro me decía. Y me dice aún. Esa ternura de la mirada, esa dulzura del gesto, estaban en cada nota que sonaba. Y un carácter enérgico también. Porque la música de Albéniz, aunque la interprete una abuela de apariencia débil y sonrisa tierna, requiere energía. Para interpretarla y para escucharla.
Isaac Albéniz, Iberia: El Puerto
Alicia de Larrocha, piano
© DECCA 1988
Desde entonces ese disco se ha vuelto imprescindible para mí. Cada vez que lo escucho encuentro algo nuevo en él. Su recuperación hace poco más un año, junto al resto de mi discoteca, me lo hizo descubrir de nuevo y fue uno de los detonantes que me llevó a crear esta bitácora.
Ahí estaba. Junto a un puñado de discos que forman la banda sonora clásica de mi vida. Y también estaba ella. Esperando serena y sonriente. Dispuesta a contarme un cuento leído con sus dedos sobre el teclado de un piano. Dulce y enérgica.
Mucho se ha dicho estos días sobre Alicia de Larrocha. De sus cualidades como pianista. De su gran nivel interpretativo que sólo alcanzan los elegidos. De su maestría que ha dejado huella en tantos pianistas actuales. Pero yo quiero alejarme de todo eso y quedarme con el rostro que me mira con dulzura desde la portada del disco y me evoca tantas cosas bellas.
Isaac Albéniz, Iberia: Evocación
Alicia de Larrocha, piano
© DECCA 1988
Alicia de Larrocha falleció el pasado 25 de septiembre a la edad de 86 años. Nos deja un legado discográfico inmenso, y sobre todo, una mirada y una sonrisa llenas de ternura.
Retrato de Isaac Albéniz: Paul Helm