Premiada en diversos festivales, casi todos de carácter alternativo, “The last confession of Alexander Pearce” es una película de corte biográfico que contiene diversos puntos de interés, fundamentalmente por su aproximación a un mito histórico de la Corona Inglesa, desde una óptica más cercana a denunciar el horror de las torturas a las que eran sometidos sus presos, que a recrear una de las leyendas del canibalismo. Producción australiana, dirigida por Michael James Rowland y con guión del mismo director, en colaboración con el productor (escritor australiano de origen irlandés) Nial Fulton, la historia de Alexander Pearce, un convicto irlandés que llegó a alimentarse de hombres, es una propuesta que ha despertado el debate en Australia, Irlanda y Gran Bretaña tras su reciente pase por televisión; un episodio histórico del que nunca se había hablado demasiado, protagonizado por dos actores irlandeses, Ciarán McMenamin y Daniel Wyllie, grabada en inglés y gaélico, y rodada íntegramente en Tasmania y Sidney, escenarios reales de los hechos que se narran, lo que repercute en dar autenticidad a la historia.
Alexander Pearce fue un granjero irlandés deportado a Australia en 1819 acusado del robo de una docena de zapatos. Terminó en la isla de Sarah, una de las colonias penales más duras frente a la costa occidental de Tasmania. Brutal y repetidamente torturado por la más mínima falta, decide escapar junto a siete de sus compañeros presos. Atravesarán desiertos, junglas con nativos, cadenas de montañas y extensas llanuras sin encontrar nada que comer, hasta que el hambre y el cansancio se apoderarán de su razón. Pearce será el único superviviente quien, capturado finalmente y condenado a la horca, confiesa a las autoridades sus horrendos crímenes y narra a Philip Conolly (sacerdote católico irlandés interpretado por Adrian Dunbar) los motivos por los que hizo algo tan inimaginable para un hombre, en una situación inconcebible, mientras espera su ejecución encadenado a la pared del calabozo de la Cárcel de Hobart.
Interesante como documento histórico no exento de polémica, pues se trata de esa clase de antepasados que los australianos prefieren no recordar por un lado, y de barbaries cometidas por la Corona inglesa con sus presos que no demasiadas veces salen a la luz. Como película, cabe destacar la fotografía y la ambientación, bastante logradas, y el montaje, que cargan con el peso de una historia que no se entretiene en imágenes gore cuando fácilmente podría haber recurrido a ellas (lo que se agradece, dado su contenido). Todo ello dentro de una mezcla de estilos que recurren tanto al documental como a recursos del más puro género de terror, logrando en sólo 60 minutos contar, no sin alguna que otra ruptura narrativa, el horror vivido por los presos, dejando a la vez en el aire la pregunta de quién fue peor, si estos prisioneros que tuvieron que darse al canibalismo para sobrevivir en su huida o la exagerada impunidad legal de la que gozaba la barbarie a la sombra de la Corona Inglesa. El mismo Pearce, en su confesión, utiliza la frase “Ningún hombre puede afirmar qué no haría ante el horror y el inmenso dolor del hambre“. Tras ser ejecutado públicamente, el cuerpo de Alexander Pearce fue disecado para su estudio científico. Hoy, todavía se conserva su cráneo en el Museo de Pensilvania.
“Try the Cock Albert, it´s a delicacy”... (Prueba de comerle la polla Albert, es una exquisitez)...
Xim #10