Para reforzar su argumento, Moreno hizo mención a las ideas planteadas por Daniel Pink, quien en 2006, en su libro 'A Whole New Mind' (que traducido viene a ser 'Una mente completamente nueva'), plantea que el propósito de los negocios y, por tanto, de las carreras profesionales está cambiando bajo la presión incesante que ejercen la inteligencia artificial -que busca la automatización de las tareas rutinarias- y la deslocalización de los puestos de trabajo hacia continentes como Asia donde abunda la mano de obra de bajo coste, lo que será (y está empezando a ser) el causante de este tsunami del que nos hablaba Fernando Moreno.
En la línea de lo descrito por Pink, aportó un remedio para salvarse de la catastrofe (poder agarrarse a un árbol y soportar sin ser arrastrado y morir ahogado). Dar un giro profesional hacia los denominados 'right-brain jobs', es decir, los trabajos que requieran exigirle capacidades a nuestro lado derecho del cerebro, haciendo enfasis en habilidades como la empatía, el diseño y la creatividad. En definitiva, especializarse en todo aquello que no tenga un carácter operativo, rutinario o diagnóstico que permita que
una máquina o un trabajador poco cualificado de un país en vías de desarrollo pueda hacer mejor que nosotros/as.Pero, tal y como apuntaba Fernando Moreno, este giro en las competencias profesionales de los hombres y mujeres del mañana tiene que venir cimentado por un giro radical en las políticas y en los sistemas educativos, actualmente anacrónicos, anclados en la modernidad en lugar de estarlo en la postmodernidad, en los que se fomenta el pensamiento convergente y aún se enseñan los datos y la información y no los mapas, los cógidos y los esquemas necesarios para que los/as trabajadores/as del futuro puedan orientarse en el complejo territorio de la sociedad de la información y el conocimiento. Un conocimiento multidisciplinar, en el que se prioricen los contenidos procedimentales (saber hacer) y los actitudinales (saber ser) frente a los conceptuales (simplemente saber). Una educación en la que dejen de enseñarse a nuestros/as hijos e hijas a realizar tareas operacionales o rutinarias, ni siquiera diagnósticas y evaluativas, sino a disponer de un pensamiento aplicado, crítico, creativo e innovador. Que les capacite a realizar unas tareas que por sus altas dosis investigativas y creativas no puedan realizarlas las máquinas, tal y como plantea Kurt Ammon, experto en inteligencia artificial, para el que 'el cebrero humano es la única máquina creativa que existe'.Pero mucho me temo que si bien en España ese tsunami ya se está cobrando muchos miles de puestos de trabajo, nuestros gobernantes están enfrascados en la enésima "reforma" educativa de la democracia, que lejos de pretender ese giro tan necesario para la formación y educación de las futuras genraciones, lo que busca es desmantelar todo aquello que los antecesores pusieron en marcha (aunque pudiera ser beneficioso) e imponer su propio ideario. ¡A ver a quien le echamos las culpas cuando a todos/as nos arrastre irremediablemente el tsunami!