Alexander Drake es uno de nuestros autores predilectos. De hecho, en este mismo blog hemos comentado sus obras Vorágine, Ciudad de caníbales y Némesis. En esta última comentábamos que las influencias de Bukowski, Baroja y la literatura norteamericana estaban bastante presentes en sus relatos. En la que nos ocupa, hemos observado un interesante cambio, a mejor, que parece haber calmado un poco la furia innata del autor.
En sus relatos, que en ocasiones son pensamientos o artículos periodísticos, también tienen cabida aspectos diversos temas como el timo de la literatura comercial, el boxeo o la sencilla observación del resto de la humanidad para confirmar, à la Cioran, que ni somos nada, ni jamás vamos a serlo.
En no pocos textos encontramos pinceladas de Truman Capote, Johnny Thunders, Murakami o Conan Doyle por citar algunos ejemplos. La furia sexual sigue presente, pero cada vez se combina más con una visión más calmada de la vida en la que ganan la partida la ironía, el sarcasmo y una sensatez más que recomendable para paladear mejor casi cada palabra con una clara influencia de Carver.
Nos quedamos con la crítica a la cultura de "En mi defensa" "Mercenarios" y "Una estafa de primera", la apuesta contra el tabaco en "Embarazada" o "Madres en el Marugame" o el amor por el boxeo en esa espléndida novela corta que cierra el libro con el título de "Arregui, la leyenda del boxeador". El resto de relatos brilla por su innegable calidad y por ser casi un fragmento de nuestras vidas escrito por la mano de otro.
Así, la obra es una de madurez que confirma que el autor está en plenitud y que cada vez queda menos para que los que nos aburrimos de leer la misma bazofia de siempre tenemos en él un punto de referencia para disfrutar de la mejor literatura. No te lo pierdas.