Algunos recuerdos de verano
Sentarse en el suelo a la sombra con falda y sentir el frío en las piernas. Estremecerse y estirarlas por completo hasta acostumbrarlas. Arrastrar un pesado libro hasta colocarlo sobre ellas. Pasar la mano por su lisa y plastificada tapa. Comprobar incrédula que los dibujos no tienen relieve. Empezar a asimilar los engaños del ojo. Abrir la tapa. Pasar las páginas. Sentir el filo de sus bordes. Mezclar el sonido del paso de las hojas con el soniquete de los poemas leídos como solo los niños leen poemas.