Uno de mis vecinos de abajo y mi vecino de enfrente, según se mira en diagonal, son aliados. Bueno, esto ya lo sabía yo, claro, porque además la escalera que nos separa es fuente inagotable de información cuando se saludan: que si el niño me ha suspendido, que si el colegio nuevo está muy bien -hasta tienen enfermera-, que si los nietos vendrán of course, dentro de poco -porque mi vecino de abajo es muy in y muy chic, y les habla a los pequeños en inglés todo el tiempo.
Los dos vecinos, que no sé si la familia entera también, son aliados, e imagino que hasta son amigos de la pareja aquella del perro grande, que no me gusta nada porque a mí esos perros me parecen peligrosos y no-son-para-estar-en-un-piso, como dice mi madre. Pero es que está bien esto de tener aliados a lo largo y ancho de la escalera comunal, y hasta apoyos colaterales en portales anexos; nunca se sabe cuándo se necesitan votos en una reunión de vecinos. Yo es que no voy a las reuniones de vecinos, lo admito, porque luego me encuentro que el acta y lo que se hace al final no coincide, y me enfado, ¿sabe?, y cuando nadie parecía darse cuenta de que tal vez mejor gas natural, que es que aquí ya todo el mundo lo tiene, oiga, y que al final el mantenimiento del butano nos va salir por un pico, pues ya le dije a Él:
- Mira, que mejor que a la próxima vas tú, que eres amigo del vecino de enfrente del otro portal, y luego ya me cuentas.
Y dicho y hecho.
Hoy volvía de hacer unas compras, por supuesto, ya no en el súper de emergencia este de aquí arriba, que no me gusta nada, sino del otro, más arriba aún, pero como están allí trabajando varios antiguos alumnos, pues parece que todo queda en casa.
- ¡Hola, profe! -me saluda uno, mientras empuja el palé de leche desnatada.
Allí estaban los dos aliados, en el portal, comentando la última reunión, algo de nuevo sobre el gas natural y que nadie parece hacer caso de sus consejos, y así nos hundamos todos, y a mí me da igual, decía el vecino de abajo.
- Pues anda, que a mí -le contestaba el otro.- Si esto te lo llevo diciendo años, que aquí no se puede estar. Y eso sí, luego la derrama, que a saber para qué es.
Así, como en el Titanic: aquí no se puede estar, y ya te lo decía yo, y que nos hundimos todos en moléculas de butano que no podremos mantener...