No para ser la primera en orden alfabetico, sino por la fantasía que la envuelve.
Por un mundo sin tiempo, en el que siempre estaría tarde.
Por un bosque sin hadas con mis propias alas.
A veces pienso que debí llamarme Olivia.
No para ser el acertijo de la magia, sino por su alegría al inventar.
Para tener mis propias canciones con sonetos y corcheas.
Para lograr vencer al aire con un teclado de colores.
A veces pienso que debí llamarme Penelope.
No para escribir cartas, sino para tejer historias.
Por un barco de ilusiones pero ausentes las falacias.
Para esperar por un regreso pero lejos del muelle.
Definitivamente, debí llamarme Olivia, Alicia o Penelope.
Mi mamá eligió, de todas maneras y sin lugar a dudas, el nombre perfecto.
Totalmente modificable, adaptable e inolvidable.
El nombre que sale del cielo y con un rayo de sol en medio.
No por decisiones unanimes. Sino por mi propio cuento cantando canciones que nadie compuso y tejiendo regresos en nuevas historias.
A veces pienso que debí llamarme así.