Para B.
Al parecer, tengo que decir algo sobre Alicia en el País de las Maravillas, es decir, una fuerza desconocida, sombría y superior toma las riendas de mi mente adocenada y me empuja a decir esto sobre Alicia en el País de las Maravillas, la de Disney, la de 1951, no la moñada ésa de Tim Burton, que fue una abominación, me dormí en tres o cuatro partes bien gordas, tres o cuatro segmentos bien mazacotes, bien de buen año, mientras la veía, ¡dios mío!, qué chufa. Tim Burton, amigo mío. ¿Por qué no falleces de ua vez? ¡O al menos córtate el pelo!
Como decía, al paracer, tengo que decir algo sobre Alicia en el País de las Maravillas, la de Disney, la de 1951, porque sí, porque lo prometido no tiene nada que ver con lo promediado, y lo prometido es deuda, o eso he oído decir, que yo a estas alturas de farsa, 2011 -el año que viene es el armaggedón y yo aún no he terminado de pagar el coche-, no me creo nada. Soy un descreído, sí. Yo. Un servidor. Qué chufa yo también. Pero le prometí a la voz, o mejor, la voz me hizo prometerle que escribiría esto. Esta mierda. Y aquí está. Que luego no digan. No señalen con el dedo...
Lo primero que se me antoja decir sobre Alicia en el País de las Maravillas, la de Disney, la de 1951, es que Alicia tiene los gemelos, la parte de abajo y de atrás de las piernas, demasiado gordas para mi gusto, incluso para mi gusto de dibujos animados; Alicia le mete, al parecer, mucha caña a los pastelillos de nata después del té; y en verdad que es una suerte que nunca nos hayan enseñado qué fue de Alicia más allá de las 35, porque seguro que acabó en vaca burra, tanta afición al goloseo sin límite y sin sazón.
Lo segundo es que la peliculita de marras empieza con una clase de historia leída debajo de un árbol -¡que viva la libre enseñanza!-, se dice algo sobre el descubrimiento de América y Cristóbal Colón. Y digo yo: ¿Cómo puede ser que una película de los yankis países comience hablando de España, cuando además se supone que transcurre en Inglaterra? ¡Si nos tienen todos ellos una ojeriza de cagarse!... ¿Por qué? ¿Por qué?... Sólo se me ocurre decir que Alicia en el País de las Maravillas, la de Disney, la de 1951, data del año 1951, como esta misma redudancia bien indica, y en aquellas épocas, bien es sabido, los Unidos Estados de la América tenían muy mala prensa, por haber invadido media Europa y haberla dejado vacía de oro y plata y trufada de churumbeles de aquí te pillo aquí te mato, muñeca, cherie, y ahora vas a ver qué es un hombre... Así que para decargar dijeron: "¡Cuidado!, ¡que no estamos tan mal!, que esto del imperialismo hijoputa ya lo inventaron los españoles, no es sólo nuestro...". Así que por eso: por eso sale España al principio de este películo, para que carguemos con el mochuelo los de siempre...
¿Más cosas? Más cosas... Hay tres escenas que me han gustado de esta película. Alicia. En el País de las Maravillas. Disney. 1951... La primera fue la escena del león marino y el carpintero y las ostras. Tú no sé cómo lo ves pero yo ahí veo a un tipo gordo y sarnoso engañando a unas tiernas y prepúberes ostras para que dejen su casa y se vayan con él, y después se las jala; les abre la almeja y se las jala... ¿Holaaaa?... Quiero decir: ¡¡¿¿HOLAAAA??!!... ¡Qué se supone que está pasando aquí! ¡Se supone que esto es Disney, coño!... Supongo que no hace falta añadir más comentario de ningún tipo a tan obvia y aviesa simbología... Eso ya da que pensar... Pero luego viene la segunda escena que me ha gustado, en la que un hombre de su casa y de su pueblo se empeña, sí o sí, en incendiar una casa de conejo de vecino, con Alicia dentro. Repito, por si alguien se perdió el gol: incendiarla sí o sí. Y tanto es así que cuando Alicia de los gemelos gordacos escapa de la casa en cuestión, el tipo, cabronaco, quiere seguir incendiándola igual, obseso de mierda, y como nadie le ofrece fuego, dice lo siguiente: "Aquí nadie fuma; nadie colabora"... ¿¿¿??? Repito que esto es Disney, se supone, 1951, se supone... Para cagarse. Un incorrectismo político de la hostia... Finalmente llega la escena final, mi preferida, en que una pobre niña angelical como Alicia es sometida a juicio sumarísimo por manchar de rojo el blanco de la rosa; es decir, por tener su primera menstruación. Ahora ya los pastelillos de sobremesa no son el peor de sus problemas, Alicia se ha pasado la película en busca de su propio conejo y al final lo ha encontrado, con todas sus consecuencias: ahora la niña ya es mujer, es decir, pecaminosa por defecto y debe pagar su crimen. Bienvenida a la pubertad, pequeña Eva expulsada del Paraíso, que dijo el Bunbury, o algo asín... ¡Que le corten la cabeza! Pues nada, oye, que se la corten... Yo me pido bocadillo de lomo con queso de esos gemelos gorditos y tiernecitos...
Eso por no hablar de la apología del estupefaciente que es en sí toda la película. Todo el rato van fumados todos. Hay un gusano que fuma. Alicia fuma. Alicia come una y otra vez setas, pastillitas hippis que parecen tripis, y no hace más que beber tragos y tragos de licores que supondremos, por las consecuencias que tienen en su sentido del equilibrio, del todo alcohólicos. Además, la gente tiene ganas de cantar canciones todo el rato y hay un gato que en lugar de hacer miau se saca la cabeza y se la vuelve a poner... No sé... También están el sombrerero loco y el conejo hiperactivo, que está clarísimo que van muy colgados de algo que no es precisamente té con menta...
En resumidas cuentas, toda Alicia en el país de las Maravillas, la de Disney, la de 1951, es una enorme y mayúscula metáfora del drogarse mucho y bien. Walter. Cabrón. Qué calladito te lo tenías...
Entonces, ya puestos, yo me pregunto: ¿Cómo es posible que esta pedazo de hostia con la mano abierta, subliminal pero hostia al fin y al cabo, a toda la pacata moral de Occidente, date de 1951 y se le ponga a los niños de buenas costumbres para que se duerman, y hoy día, en cambio, no seamos capaces de hacer una sola puta buena película que no se estrelle contra el cinturón de castidad de lo políticamente correcto y la biempensancia teledirigida? ¿Tan gilipollas nos hemos vuelto en 60 años?
Probablemente sí.