Todos tenemos un alma gemela, y no nos importa de donde venga: si llegó antes o después que nosotros a esta vida, si es grande o pequeña, si comparte o no nuestros sueños, lo único que nos importa es que está ahí, a nuestro lado, y que el día que su existencia tome el tren de la eternidad una mitad de nosotros mismos se irá con ella.
Aunque él nació en 1973 y yo dos años más tarde ¡quién podría decir que no nos conocíamos de siempre, desde el principio de los tiempos? Cuando niños jugábamos a reinventar el mundo. Él, un excéntrico hombre de negocios, dueño de su propio zoológico; yo, su mejor amigo y a la vez el cuidador de sus mascotas . Él, una estrella de Rock; yo, su manager, músico o fan. Él, un gran astronauta; yo, su compañero de aventuras o la nave espacial (ya no recuerdo cual de los dos).
Para mí él siempre fue una especie de maestro que me enseñaba de todo en los primeros años de la vida, como las coreografías de las canciones de Los Chicos de Puerto Rico, los personajes de las series de televisión o a imitar a los luchadores de la WWF. Para él yo fui ese ser un tanto más pequeño al que debió proteger en alguna ocasión, y del que debió cuidarse en otra, inclusive fui el objeto de sus experimentos de resistencia física o mental, que terminó un poco más loco que él mismo.
Una de sus mayores destrezas desde niño fue el dibujo, razón por la que siempre lo he admirado. Capaz de plasmar sobre un papel todo lo que llamaba su atención, desde autos deportivos hasta personajes de las caricaturas que veíamos todas las tardes en la televisión, mansiones góticas, logotipos de sus marcas preferidas y hasta retratos de sus artistas favoritos -como Breth Michaels (vocalista de Poison) o los jóvenes integrantes de la serie Beverly Hills 90210.
Maestro en el arte de renombrar a los demás, fijándose siempre en alguna característica no identificada por otros, solía darnos, a nuestros primos y a mí, nombres diferentes según la estatura, rasgos faciales o algún defecto gracioso; de esa cuenta alguna vez fui "el macaco", pero sin duda el mote más conocido por todos fue el que un día me impuso con tal decisión que hoy nuestros padres, mis tíos, primos y hasta varios de sus amigos me llaman "el muss"
Conforme fuimos creciendo nuestros intereses y gustos fueron distanciándose un poco. Lo recuerdo sentado frente al televisor cada domingo para ver el desfile de cantantes que presentaba Raúl Velasco en Siempre en Domingo, donde una noche descubrió a un grupo de cinco jóvenes mexicanos llamados Magneto, quienes vestidos a la moda Pop de los New Kids on the Block cautivaron al público latinoamericano con un sencillo estribillo que decía:
Vuela vuela, no te hace falta equipaje
vuela, nadie controla tu imagen,
vuela vuela, verás que todo es posible
vuela, despierta tu mente.
Amante como yo de la música, él siempre quiso ser cantante o al menos músico, aunque le faltó decisión y un poco de disciplina para intentarlo, así que siempre se las arregló para que yo fuese su guitarrista estrella (ad-honorem), como aquella tarde de 1995, sentados en corro, en una de las habitaciones de la casa de nuestros abuelos en San Francisco Zapotitlán, Suchitepéquez, en Guatemala, él, Carlitos, Tonito y yo cantábamos, acompañándonos con una guitarra, que tocaba yo, una de las canciones por la que siempre lo recuerdo " Two steps behind" de la banda inglesa de rock Def Leppard, para complacer a quien por entonces era su novia.
Su ánimo semi-rocanrolero me convenció en noviembre de 2003 para que llevásemos a nuestra madre al concierto de Maná en Guatemala (el cuarto que ofrecía esa banda en nuestro país), agrupación de la que es mucho más fan que yo, que ya es bastante. En febrero de 2007 repitió la estrategia y la llevamos nuevamente a un concierto, sólo que en esa ocasión el artista sobre el escenario era Ricky Martin.
Estudió toda la primaria, secundaria y diversificado (bachillerato) en colegios para varones, por lo que cuando quería acercarse a alguna chica me preguntaba que estrategia utilizar, ya que yo siempre estudié en colegios mixtos, así que yo le sugería alguna táctica que le podría dar resultado; lo que yo nunca le aclaré fue que yo era tan tímido e inexperto como él, porque estudiar en el mismo salón que ellas no garantiza que sepamos conquistarlas.
Como yo siempre fui un incansable buscador de nuevas canciones y nuevos ritmos casi siempre llegué antes que él al descubrimiento de artistas y estilos musicales que resultaban una novedad durante nuestra adolescencia y juventud, así que cuando me veía escuchando Hard Rock de fines de los ochenta me decía: "vos solo escuchás música de marihuanos", unos años después, cuando me aficioné a la Nueva Trova cubana y latinoamericana me dijo con cierto recelo y desagrado: "vos solo escuchás música de guerrilleros", aunque reconoció, tiempo después, en ambos casos que las canciones eran buenas, tanto así que después de escucharme cantar Unicornio de Silvio Rodríguez me dijo: "me gusta esa canción, pero porque vos la acabás de cantar".
El término de la juventud y la llegada a los treinta volvió a acercarnos, gracias a la madurez y tolerancia que el tiempo va sembrando y cosechando conforme la edad avanza, mas afortunadamente cuando estamos juntos se despierta el niño que ambos llevamos dentro, que en mi caso solo sucede cuando estoy con él.
Hoy que la vida arranca una hoja más del calendario de su existencia y coloca un enorme y majestuoso 40 en su ser, lo recuerdo con imágenes tan reales que me resulta difícil saber si lo que veo son recuerdos o son momentos que acaban de pasar, pues para un hermano menor como yo el cumpleaños de su hermano mayor, su guía y su cómplice, es motivo de celebración, por todo lo alto, con fanfarrias y aplausos y abrazos que eliminan las distancias, porque para dos almas gemelas el tiempo y la distancia no son sino palabras de un idioma que la vida no entiende.
¿Cómo debe celebrarse un acontecimiento como la llegada a los cuarenta?, me preguntaba hace unos instantes y la respuesta saltó desde el corazón gritando jubilosa: "cantando, mi amigo, cantando". Así es que me cuelgo la guitarra y canto para él: Vuela vuela de Magneto, del álbum del mismo nombre (1991), Two steps behind de Def Leppard, de su disco Retro Active (1993) y Unicornio de Silvio Rodríguez de su producción Canciones Urgentes (1991).