Alto, Stop, Basta, Fin… No me gustó, no me gusta y no me gustará nunca la violencia de ningún tipo. Dicen que de los cobardes no se ha escrito nada, y que de los tibios conviene alejarse por su inercia moral, de modo que en esta entrada me retrato -de blanco pacífico- en mis irrevocables “Altos”. Esos en los que yo encuentro inexcusable violencia. No es necesario compartirlos, solo respetarlos.
-Alto al espectáculo sangriento. Fue Juan Ramón Jiménez quien afirmó: “Herido está de muerte, el pueblo que con sangre se divierte”, y yo lo corroboro con el hecho de que aún se califique como arte la sangre derramada. Alto, Stop, Basta, Fin a las fiestas taurinas (mantener una especie para la barbarie no es justificación), a la salvajada del boxeo, a las peleas entre animales para beneficio humano, a las celebraciones que requieren de la tortura de un ser vivo, a la caza no alimenticia y a cualquier otro escenario que necesite sangre, dolor y sufrimiento, ya sean sus víctimas racionales o irracionales.
-Alto al maltrato. Psicológico y físico, que igual de graves son. Incluyo todos los géneros, orientaciones, edades, razas, credos y demás, aunque siempre haré mención especial a la mujer. La historia y las estadísticas me avalan.
-Alto al machismo. Al macro y al micro. A las bromas que lo incluyen. A la inercia de quien las ríe por cobardía. Al inmovilismo de quien contempla el abuso y pasa. A la complicidad de quien lo difunde, propaga, justifica y aplaude porque -en el fondo- está de acuerdo con él.
-Alto al abuso sobre los más débiles. Al que se ejerce en colegios, institutos, oficinas, empleos… Alto a los matones, tan medrosos en esencia. Tan miserables.
-Alto al racismo, xenofobia, homofobia… Alto al señor naranja y a los que comparten su exprimida visión del mundo.
-Alto a la intolerancia, la demagogia, la comparación errónea, la omnipresencia divina, la estupidez consciente, el orgullo infantil, la pataleta adulta… Stop al rencor injustificado. A la infalibilidad de la versión única.
-Alto al dictatorial bloqueo, al ninguneo, a la ignorancia sobre el otro, que retratan a quienes los practican. Alto al ombliguista, al ególatra, al narciso, al siempre mejor…
-Alto al fanatismo. Ya se base en una distorsionada religión o grupo político, o en un plausible poeta o artista. El idólatra es un trastornado y, como tal, peligroso per se.
Nos seguimos leyendo…