Revista Literatura

Amantes y escritores: cuando se unen el amor y la tinta

Publicado el 10 febrero 2021 por David Rubio Sánchez
AMANTES Y ESCRITORES: CUANDO SE UNEN EL AMOR Y LA TINTA
    Tom Sharpe dijo en alguna ocasión que su método para comprobar la calidad de su novela consistía en ir pasando los folios escritos a su esposa para que los leyera. Si la veía sonreír durante la lectura significaba que los lectores se desternillarían; si no, le lanzaba una zapatilla.    Bueno, seguro que Sharpe hablaba en sentido figurado, en lo referente a la zapatilla, pero es un buen ejemplo de lo peculiar que debe ser una pareja en la que uno de sus miembros es un escritor. Si ya los mortales corrientes tenemos que lidiar con nuestras respectivas rarezas imaginemos compartir la vida con alguien que o está encerrado en sus letras o está con la mente en las nubes, dejando aparte sus excentricidades.    Pues si esa situación ya tiene su miga, imaginemos una pareja en la que los dos miembros sean escritores. ¡Los dos! ¿Cómo pueden combinarse ambos especímenes y sobrevivir en el intento?    Os invito a conocer algunas de las relaciones simbióticas que nos ha dejado la Literatura.

AMANTES Y ESCRITORES

Cuando tu pareja es el lector ideal

    Esta clase de relación de pareja está compuesta por un escritor famoso y otro desconocido, pero que adopta el rol de lector beta, de esa primera persona que accede al borrador para sugerir o corregir.    El ejemplo perfecto sería el matrimonio de Stephen King y Tabitha Jane Spruce King. En Mientras Escribo, el escritor de Maine reconoce la importancia de su mujer en la escritura de sus novelas. No es para menos. Cuando King acumulaba rechazos editoriales —tantos que llegó a empapelar una habitación con las cartas de rehúse— comenzó una novela. Ya avanzada, sufrió una crisis de inseguridad acerca de su calidad. Bueno, más que dudar lo que hizo fue tirar el borrador a la papelera antes de irse a dar clases en el instituto en el que trabajaba. Pues bien, al regresar, encontró a Tabitha leyéndolo. No solo lo había rescatado de la basura, sino que le animó a seguir trabajando en él. Era muy bueno, le dijo, y ella podría ayudarle con la creación del personaje de la adolescente. Esa novela es Carrie, el primer éxito de King. Tabitha es también escritora y ha escrito ocho novelas, aunque sin la repercusión de Stephen.
AMANTES Y ESCRITORES: CUANDO SE UNEN EL AMOR Y LA TINTA
    Otro caso en el que uno de ellos adopta el papel de corrector del otro es la pareja formada por Percy y Mary Shelley. Sin duda, seguro que hoy día ella nos resulta más conocida, pero cuando se casaron el escritor célebre era él, considerado como un gran poeta romántico. Sin embargo, todo cambió un verano de 1816, cuando se reunieron en Villa Diodati junto a Lord Byron y Polidori y se propuso el reto de escribir una historia de terror. Los poetas abandonaron el mismo al poco, pero ella no. Allí, Mary Shelley, con apenas dieciocho años, escribió las primeras líneas de Frankenstein. Parece acreditado que Percy Shelley tuvo un papel importante en cuanto a la corrección de estilo y otras cuestiones técnicas, al menos en la primera versión del 1818. De hecho, se le llegó a atribuir su autoría en un primer momento. Lamentablemente, ese matrimonio terminó pocos años después cuando el poeta falleció, con apenas 24 años, en un naufragio. ¿Quién sabe qué hubiera sido escrito entre ambos con más tiempo?      Hasta ahora hemos hablado de parejas estables, pero también nos encontramos ejemplos en relaciones adúlteras. Como el apasionado romance del autor de La guerra de los mundos, H.G. Wells, con la escritora Rebecca West. Parece ser que su idilio comenzó cuando ella escribió una crítica demoledora a una de sus obras, que curiosamente se titulaba Matrimonio, en septiembre de 1912. El caso es que Wells era bastante mujeriego y, sin duda, esa joven escritora capaz de criticarlo le llamó la atención. Él estaba casado, pero eso no supuso ningún problema para no solo liarse con Rebecca sino dejarla embarazada con solo 19 años. Wells nunca dejaría a su señora esposa, pero mantuvo esa relación extramarital durante diez años en los que Rebecca siguió criticando, en la intimidad, las novelas del padre de la Ciencia Ficción. 
      A veces, ese apoyo no es solo creativo, sino dinerario. Como es el caso de la ardiente relación de Henry Miller y Anaïs Nin. Decir que entre ellos saltaron chispas es quedarse corto… ¡fue como una explosión nuclear! Y en ese romance tampoco se quedó al margen la propia esposa del autor de Trópico de cáncer puesto que June Mansfield también se enamoró de Anaïs. Y esta de ella dado que llegó a decir: «Me he convertido en June». Bueno, pese a este totum revolutum de relaciones ninguno llegó a romper sus respectivos matrimonios, pero la celebre escritora de género erótico se convirtió durante un tiempo en mecenas de Henry Miller, además de su amante, claro.
    Los casos de este apartado son ejemplos edificantes en los que ambos miembros de la pareja se han ayudado mutuamente para mejorar como escritores. Pero no todas las parejas de escritores han sido así como podemos comprobar a continuación.

Relaciones vampíricas

    O parasitarias. No es ningún secreto que en literatura existen muchos escritores chupatintas, famosos en muchas ocasiones, que han cimentado su carrera con lo que hoy se llama escritores fantasmas. Desde luego, no debe ser plato de buen gusto ver que tu obra aparezca firmada por un desconocido, pero ¿os imagináis que quien se aproveche de ello sea vuestra pareja?  Es el caso de una escritora de la que no hace mucho se hizo una película protagonizada por Keira Knightley. Me refiero a Sidonie-Gabrielle Collette.
    Con solo veinte años, Colette se casó con Henry Gauthier Villars, escritor, editor y bon vivant que tenía por costumbre firmar con su apodo, Willy, las obras de sus escritores esclavos. Al poco, este vampiro literario descubrió el talento de su joven esposa y no tuvo reparos en apropiarse de sus escritos y publicarlos bajo su firma. Eran unas novelas en las que Collette plasmaba sus experiencias adolescentes bajo un personaje, Claudine, que tuvo mucho éxito en su época. Afortunadamente, Collette consiguió liberarse de su rol de sumisión y dirigió sus pasos al mundo del teatro… y a una vida de liberación sexual, llegando a realizar un trío con su esposo y una de sus amantes que plasmó en la novela Claudine en ménage. Quién sabe si la expresión Ménage a trois viene de aquí.
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    Otro ejemplo de este tipo de relaciones podemos encontrarlo en España, en el matrimonio de Gregorio Martínez Sierra, un famoso dramaturgo de la España de los cincuenta, con María Lejárraga. Según reveló María en sus memorias, Gregorio y yo, era la autora de las obras firmadas por Gregorio; si bien, hay quien afirma que ello no era del todo cierto y que entre ellos hubo una simbiosis creativa. Aun y así, digamos que Martínez Sierra se llevó todos los méritos a costa de su mujer.
     Si en el primer apartado encontramos relaciones en las que uno de los miembros es «el marido o la esposa de», en este hemos encontrado algo más tóxico como es el aprovechamiento de uno sobre otro. Pero por supuesto existen otros casos en los que ambos escritores se miran de tú a tú y que podemos llamar...

Relaciones a lo brangelina

    El acrónimo de Brangelina era una cursilada con la que se conocía a la famosísima pareja de actores que formaron Brad Pitt y Angelina Jolie. Ambos eran superguapos, superfamosos y cada uno tenía su propia carrera en Hollywood.  En el mundo literario también nos encontramos con parejas de escritores de igual fama, reconocimiento y celebridad. Su actividad literaria puede transitar por los mismos géneros o por caminos muy distintos, o bien, involucrarse incluso en proyectos editoriales conjuntos. Pero siempre manteniendo su individualidad como autores. Entre otros, encontramos buenos ejemplos en Sánchez Ferlosio y Carmen Martín Gaite; a Elvira Lindo y Antonio Muñoz Molina; a Almudena Grandes y Luis García Montero; a Martin Amis y Isabel Fonseca; a Paul y Jane Bowles; a Virginia y Leonard Wolf; a Octavio Paz y Elena Garro; o a Sartre y Simone de Beauvoir.
    Son relaciones de igual a igual, cada uno tiene un peso específico en el mundo literario, aunque ello, quizá, pueda ser también motivo de cierto conflicto o al menos provocar ciertas tensiones motivadas por celos profesionales. Un excelente testimonio lo encontramos en la pareja formada por Paul Auster y Siri Husvedt. En una entrevista, la autora confesó lo siguiente:AMANTES Y ESCRITORES: CUANDO SE UNEN EL AMOR Y LA TINTA
    ¡Hay que ver de qué manera pueden combinarse las relaciones entre escritores! Pero de momento solo hemos hablado de casos en los que cada uno escribe por su lado. Los siguientes muestran un paso más allá, algo casi idílico.

Relaciones a dos manos

    En estas relaciones ya no hablamos de convivencia o apoyo profesional. Como si de dos medias naranjas se trataran, al unir sus corazones también unieron sus letras, escribiendo desde entonces sus novelas a dos manos.
    El ejemplo perfecto es la pareja de escritores noruegos de novela negra, Maj Sjowall y Per Wahloo quienes escribieron la mítica serie de Martin Beck. Sin duda, son los referentes de todos esos autores nórdicos que copan las listas de los más vendidos. Pues bien, esta pareja se conoció en 1961 y casi de inmediato se propusieron poner en marcha el proyecto de una serie de novelas realistas que mezclaran política, crítica social y entretenimiento. Como decían ellos, la clave para ser leído es realismo y humor y con esos ingredientes comenzaron su carrera en 1965 con la publicación de Roseanna y la continuaron hasta 1975 con Los terroristas y, lamentablemente, con la muerte de Per. 
    ¿Idílico, verdad? Vale, en ese caso hemos visto a dos escritores escribiendo amorosamente un proyecto común. Pero ¿os imagináis que una pareja escriba una novela a dos manos para echarse los trastos a la cabeza? ¿No?    Pues sí.
    Ese fue el caso de Silvina Ocampo y Bioy Casares. Se casaron en 1940, y entre Bioy y Borges la convencieron para que se dedicara a la Literatura de manera exclusiva. Parece que el matrimonio estuvo salpicado de infidelidades tanto de él con una sobrina de ella; como por ella con la poetisa Alejandra Pizarnik. Pues bien, parece que como terapia matrimonial decidieron escribir juntos, en 1946, la novela Los que aman, odian con el objetivo de resolver sus diferenciasNo sé si con esa novela solucionaron sus problemas, pero el matrimonio al menos perduró hasta la muerte de Silvina en 1993.
    Puede que con esta clase de relaciones en las que los dos miembros escriben de manera conjunta parezca el top del romanticismo y de la compenetración perfecta. Pero todavía podemos encontrar algo más...

La fusión perfecta

AMANTES Y ESCRITORES: CUANDO SE UNEN EL AMOR Y LA TINTA
    ¡Y llegamos al súmmum de la simbiosis de una pareja de escritores! La relación perfecta. En ella, no es que sean pareja y además escritores, o que se ayuden e incluso lleguen a escribir a dos manos, ¡es que ambos autores se fusionan dando origen a un escritor único! Como es el caso de Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho.    Este matrimonio de escritores suecos, y divinos de la muerte, desde luego no puede estar mejor avenido. No solo comparten un exagerado gusto por las fotos glamurosas, sino que su compenetración les ha llevado a crear un escritor imaginario, Lars Kepler, para firmar las novelas de suspense que escriben juntos. Parece que lo de Kepler es en homenaje al padre del heliocentrismo y astrónomo, Johannes Kepler. Ese escritor debutó en 2009 con el best seller, El hipnotista, que iniciaba la serie de Joona Linna.
    Bueno, y con esta pareja terminamos la entrada de hoy y... ¿qué? ¿Que qué pasa con los hijos de las parejas de escritores? Puff, nunca tenéis bastante, je, je, je... A ver qué encontramos por ahí.

Bonus: Cuando los niños se interponen en las letras

    Como esto ya forma parte de un bonus de la entrada, creo que lo mejor es mostrar los dos extremos. En el lado positivo podemos encontrar aquellos casos en los que de tal palo tal astilla. Madre y padre escritores cuyo hijo también decide dedicarse a la novela. Sin duda, el caso que seguro os viene a la mente es el de Joe Hill, el hijo de Stephen y Tabitha King.

    En el otro extremo podemos encontrar a Linda, la hija de dos pesos pesados de la novela negra como son Ross McDonald y Margaret Millar
   La historia es triste, aviso. De este matrimonio se ha dicho que fueron la pareja de escritores de novela negra más distinguida y menos colaboradora de la historia. Paradojicamente, las tensiones de sus cuarenta y cinco años de matrimonio fueron la fuente de la mayoría de ideas para sus personajes de ficción. Sin embargo, la fertilidad literaria de esa convulsa relación tuvo una víctima: su hija.    La vida de Linda no fue un camino de rosas. Margaret tenía unas ideas muy particulares en lo referente a la educación de su pequeña. Quería criarla de una manera científica siguiendo el conductismo de J. B. Watson. A Ross esto le pareció una idiotez. El caso es que las discusiones hicieron de la infancia de la pobre Linda un verdadero tostón. Siempre se sintió fuera de lugar cuando sus dos padres se encerraban a escribir. De hecho, los padres fueron advertidos por el colegio de que Linda presentaba ciertos desequilibrios emocionales que, desgraciadamente se consumaron en la adolescencia. Alcohol, desenfreno y hasta un accidente de tráfico en el que mató a un niño de trece años para darse después a la fuga. Cárcel, intento de suicidio, escapadas del hogar... una vida de riesgo que terminó con apenas treinta años. Una pérdida que provocó que Margaret Millar dejara de escribir durante seis años.
    ¿Conocéis alguna otra pareja de escritores? ¿Cómo lleva vuestra pareja vuestra vocación de escribir? ¿Os ayuda? ¿Os mira raro?

    ¡Saludos tinteros!


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