Amar a voces

Publicado el 04 febrero 2020 por Ninocactus
Empezó a llorar en medio de las carcajadas que inundaron el teatro. Quienes no conocían a Rosita la miraron desconcertados. El resto ya se había acostumbrado a sus rarezas. Sobre todo Miguel.
El bueno de Miguel todavía recordaba, no sin cierto pavor, su primera cita con la joven. Aquel momento en que los ojos de su amada se inyectaron en sangre para gritarle cuánto lo quería.
La tristeza de Rosita era felicidad; su paciencia, prisa; el desánimo, euforia.
 Por ello, Miguel vivía temiendo el día del susurro. Y si, en un instante de flaqueza, se atrevía a confesárselo, ella le aullaba:
—¡TÚ ERES IMBÉCIL!