X mira por la ventana y a través del vidrio, a través de la niebla, ve la ciudad que dice odiar y que nunca pudo abandonar. En el piso descansa la ropa de la noche anterior. Sobre la cama, una rubia sin nombre sueña con ser fornicada por algún productor de televisión. X no desayuna. Todavía se cree poeta. Las sábanas huelen a pachuli. La rubia se retuerce en la cama y se acomoda dejando las ancas al aire. Los poetas de verdad no se cojen a estas rubias, piensa X, los poetas de verdad sufren como condenados, se arrastran, se inmolan, de deshacen, se suicidan; los poetas de verdad siempre fracasan, los poetas de verdad jamás rozan pieles tan suaves, jamás liban sexos tan dulces, los poetas de verdad lloran de madrugada. Los poetas de verdad no tienen tiempo para perder entre las tetas de una rubia como esta.