Pon una cara feaaaa*. Cuchi cuchi cuchi. La de la izquierda (si no miras la pantalla reflejada en un espejo, que entonces sería la de la derecha) es Carmen Alborch.
Escribir libros es muy fácil si uno cree lo que decía Wilde: tener algo que contar y contarlo. Hasta hay minieditoriales que te publican el original si se lo llevas y después te encargas de la distribución, las ventas y todo lo que el mercadeo manda. Como entrar en un supermercado.
Hay una línea que cruza toda la obra arborchiana: mujeres que han triunfado en la vida y en el mundo de la política. Esa es la razón por la que, de momento, la autora no se plantea unas memorias. Todo parece indicar que no es un globo sonda y que al final saldrá, porque ya van rulando páginas (por no decir la obra entera) para ir haciendo boca.
No es preciso que Carmen Alborch se transforme de un día para otro en Rosa Montero o en Elvira Lindo. Ni siquiera pedimos que intente ser el azote del sexo masculino como Lucía Etxebarría. Pero que se curre más los discursos porque después salen grabados en la tele y en la radio y qué quieres que te diga, quedan feos: tan toscos, tan maltratados, tan huérfanos de estilo.
Tan mojones.
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* Hemos dicho que pusiera una cara fea. No que sea fea.