Seguir un orden, es una de esas perplejidades del mundo que consiste tener que hacer algo imposible pero necesario. Y, siguiendo un orden, se podría afirmar que descubrir la dualidad del mundo es lo mejor que nos puede pasar. Después de intentar el primer paso clásico que consiste en querer disfrutar, al estilo de la chusma pobre o al estilo de la chusma rica, no importa, ya sea medio intelectual o con guascas y reggeton, qué más, el caso es gozar, después de eso, viene, sea por hartazgo o por escasez, una nuevo descubrimiento.
Es un momento en el que nos aborda una rara lucidez e, invirtiendo un poco la lógica del técnico de fútbol colombiano que decía que ganar siempre es perder un poco, concluimos que ganar o perder siempre es perder, y mucho. Y de ahí se pueden lograr cosas maravillosas, cuando pasando por el lenguaje y de la mano de algún otro koan, descubrimos que esa dualidad incluye toda nuestra vieja conocida "realidad" y que, sin decir mucho, es prácticamente nada, pasajera, y en fin poco, o mejor dicho, nada trascendente. Cerramos los ojos, respiramos un poco (como por no dejar), y...: Boom, Nirvana. Lo mejor el mundo.
Ni esposa, ni trabajo, ni universidad, ni carrera, ni cuentas de la luz, ni deseo de nuevos novios o novias (ya dijimos es un extraño momento de lucidez), ni deudas en general, ni ilusiones de ganarnos la lotería (que es el pensamiento normal que viene después de ver las cuentas), nada, ni sol ni sombra, ni nacimiento ni muerte ni amigos... ni... hacemos una pausa acá miramos la foto y pensemos... ¿y si después del menos uno y el maravilloso descubrimiento del cero, existiera también el uno?