Amor crepúsculo

Existen muchas maneras de vivir el amor, tantas como almas hay en este mundo.

Pero solo uno se vive en raras ocasiones. Es el amor crepúsculo y tiene la misma serenidad que una puesta de sol y sus mismos bellos colores. Es ese amor que llega inesperado cuando, avanzada la vida, ya no te esperas que te salude. Es un amor tranquilo, apacible, nacido en la madurez, cuando muchos de nosotros ni imaginábamos que sucedería. Es ese amor de película en la que se encuentran los amantes por circunstancias sumamente raras, como si el destino hubiera intervenido para unir dos almas.

Este amor, aunque sereno, no deja de ser apasionado, ya que te hace sentir como un adolescente con su primer amor y esa caricia madura es tan dulce y mágica como la primera caricia. Te vuelve a sonrojar e incluso te hace tartamudear cuando miras el cuerpo desnudo de tu amante, como si fueras el primero que ves en tu vida y vuelves a sentir el placer como la sensación más maravillosa y excitante que jamás viviste.

Te entusiasmas con juegos cómplices entre sábanas y con miradas sinceras, deseosas, excitadas. Ese amor maduro nada tiene que ver con el "amor bala", nacido como escape de la rutina, del deseo de salir de la jaula para encerrarse de nuevo dócilmente horas después, de ese de león fuera de casa y cordero dentro, de agachar la cabeza por un anillo, ese amor infiel y lujurioso, que no sabe de almas y solo busca pieles. Ese amor escape nada tiene que ver con el amor sereno, crepúsculo, maduro y tranquilo, que es eterno y quiere calentar el corazón que ama y no se queda solo con acariciar el cuerpo.

Ese amor nace grande y fuerte, ya que los avatares de la vida nos han enseñado con los años, que conseguir la felicidad del otro es la única forma de ser el feliz. Un amor con luz, con ganas, con ansias, con sonrisas, con pasión, con ternura, un amor que nos acompañará hasta el último suspiro y, con toda seguridad, más allá de la muerte, aunque el ser querido ya no esté con nosotros.