Desperté y ella seguía durmiendo tranquila. La abracé y le obsequié un beso en la frente. Ella despertó, un poco despeinada, susurrando que nunca olvidaría esa noche y que, con motivo, me iba amar para siempre. Me costó creerle pero, sin embargo, lo hice sin saber que tres años después ella se iría de mi vida. Se iría con Raúl, el del buen cuerpo, dejando en ausencia de un padre a nuestro hijo Carlos. Y la besé con pasión y ella me besó también. Nos levantamos, nos cambiamos y salimos del cuarto. Nos despedimos y quedamos en encontrarnos.
Llegó la noche y ahí estaba de nuevo, toda ella, toda una mujer y toda una tentadora. Nos sentamos y hablamos, lloramos recordando. Y dormimos de nuevo, juntos.