Dilexit Me
Esta frase dominaba la capilla de mi seminario. Para quien ande flojo en latín, dilexit me, significa me amó. La cita es de San Pablo (extraída de Gálatas 2:20), pero es aplicable a toda persona. En este caso, se refiere a que fue Dios quien me amó primero. Ésta es la razón del cristiano y, singularmente, la razón de quien aspira al sacerdocio.
Dilexit -> Diligencia
El amor no es un mero sentimiento, es también un pensamiento y un hacer. La diligencia requiere cuidado, esmero y esos son frutos de una mente centrada en lo que está haciendo. Amar tu trabajo es centrarte en él. ¿Qué cómo se puede amar el trabajo? Amando a las personas a que ese trabajo sirve, aunque sea sólo a tí mismo. Todo trabajo honrado, conviene recordarlo, sirve a alguien.
La diligencia que pongo en mi blog es diligencia que pongo en mis lectores. La diligencia que pongo en mi trabajo, más allá de lo necesario para cobrar a fin de mes, es la medida de lo que amo a mi país.
El peligro de los valores
Es fácil perder el norte con los objetivos que nos proponemos. Homo Minimus en su excelente Valores vs Objetivos lo ha dejado muy claro. Y es que un objetivo no es sino un qué-hacer, pero nunca un por-qué-hacer. Este por-qué hacer son los valores.
Pero los valores también tienen un peligro. Tachán.
Sí, he dicho que los valores también tienen un peligro. Este peligro es que son una cosa, y por tanto manipulables a nuestro antojo. Es fácil convertir nuestros valores en herramientas para tapar los agujeros de nuestro insconsciente. Todos tenemos valores, hasta los nazis tenían valores, el problema es que estaban radicalmente desordenados de forma que todo, hasta la vida de pueblos enteros incluído el alemán, se subordinaba al romanticismo de una historia alemana vista como una épica.
Es fácil hacer un mejor trabajo que los nazis ordenando valores. Lo cierto es que esta cuestión no está cerrada y difícilmente lo estará en mucho tiempo. ¿Hasta dónde vale más la vida que la libertad? ¿Hasta dónde vale más comer que poder impartir un discurso? Maslow puso las necesidades biólogicas como base de los valores supremos en su camino hacia la realización personal. Seguramente, tiene muchísima razón en cuanto al crecimiento de un ser humano como persona. Pero lo cierto es también que una vez llegado a cierto escalón de desarrollo humano, se antoja anti-ético bajarse de éste en razón a la supervivencia. Ejemplos de quienes prefieren morir a matar –o incluso a menos que matar no faltan–.
Max Scheler, por su parte, propuso también una escala de valores, que también presenta problemas a nuestros efectos. El más claro de los cuales es que es un esbozo que precisaría de una elaboración monumental para poder regir con ella nuestro día a día.
Diligencia -> Excelencia
El amor bien puede también manipularse, es cierto. Pero cuando lo hacemos, nos duele. Esa es su pequeña ventaja frente a los valores. Detrás del amor siempre hay una persona, y a una persona la podemos tratar como un objeto, de acuerdo, pero no sin dolor.
Si por el contrario acogemos este amor como un regalo que nos supera a nosotros mismos, y luego somos capaces de extender este amor a todo, tenemos una fuente de valores. Tenemos una guía imperfecta, pre-racional, difusa, pero práctica para ordenar nuestros valores. Decido llevar este blog bien porque os amo y me gusta escribir; pero no a cualquier precio, sólo en la medida de que mis otros amores me lo permitan.
Si la excelencia es fruto de la diligencia y ésta es amor, la excelencia también tiene sus límites. Cuando un padre — por poner el clásico ejemplo — dedica horas interminables al trabajo en bien a sus hijos, no siempre hace bien. No hace bien, por ejemplo, cuando hace catorce horas al día con el único objeto de comprarles lujos. Tampoco merece la pena ser el mejor escritor del mundo a precio de ser un [censurado] o ganar un mundial de fútbol hundiéndo la economía de la nación en el proceso.
Y en los amores conviene recordar que tu eres una persona. Sí, sigue tus sueños, persigue la excelencia, pero no pagues cualquier precio, cuida que tu sueño no sea una pesadilla. Que el amor, el que duele cuando lo traicionas, te guíe.