Revista Talentos
Dos hombres arrastraron el cuerpo sin vida por la arena, un rastro de sangre fue señalizando el recorrido; al poco, desaparecieron tras una puerta. En el graderío, la muchedumbre aplaudía y vociferaba excitada. Sólo un muchacho, con el rostro escondido entre sus manos, lloraba desconsoladamente: era el hijo del gladiador.