En la verdadera relación tiene que haber
integración de dos integridades y no absorción.
Tiene que haber unión, no identificación,
porque en toda identificación cada uno pierde su identidad.
En la absorción se da un desdichado juego
de pertenencia y posesión.
Ambos sujetos son dependientes.
Ninguno de los dos puede vivir sin el otro.
Los dos tratan de escaparse del aislamiento,
el uno haciendo del otro una parte de sí mismoy el otro haciéndose pertenencia.
Persona madura es aquella que no domina ni se deja dominar.
Relación madura supone, pues, apertura o movimiento
hacia un «tú», pero salvaguardando mi integridad,
siendo yo mismo.
Como dice Fromm, «esta relación constituye
la paradoja de dos seres que se convierten en uno,y no obstante, siguen siendo dos».
En una palabra, nuestra relación debe constar de oposición y de implicación.
Ignacio Larrañaga