
¡Nunca pensé que fuera a caer en esta locura! Ya casi no soy dueña de mis actos. Nefrith empujó a otra esclava a la entrada del Patio de las Estatuas, e hizo que derramara íntegra la fuente de alimentos que llevaba. Fue tanto el alboroto, que todos acudieron a ver que pasaba. Entonces quedé sola en el Salón de los Banquetes y me acerqué a la copa recamada en brillantes, en la que sólo bebe Winlilith. Pero al tratar de verter en ella la esencia de la muerte, mi mano se negó a obedecerme.
Tanto es el amor por ese hombre, que su sangre se ha vuelto sagrada para mí aún en contra de mis propios intereses ¡No mataré a su hijo!
De todos modos ella no lo verá crecer: se lo quitarán apenas nazca. Entonces estaré libre para obrar.
Pero el veneno me fue entregado para tomar una vida, y así será. Ya que la maldita aún no se desprende de su talismán de la buena suerte, será su hermana Helenna quien pague la deuda. Y su lugar es éste, justo a la izquierda del Capitán...
(Haleth – Nedda González Núñez)