Con el inicio del curso y la vuelta al cole, en twitter y en blogs de maternidad, leo a muchas mamás (y algún papá) relatar la experiencia, dar consejos, lamentar... Ya sea en positivo o en negativo, es el tema del momento. En nuestro caso, la única actividad educativa fuera del hogar que tienen los peques son las clases de inglés para bebés. Una hora, un día a la semana, a la que asisten con nosotros, casi siempre con la madre. O sea, que nunca están solos, nunca los hemos tenido en una guardería, ni hemos pasado por la sensación de 'dejarlos' en manos de extraños, por muy expertas que sean.
Y esta semana hemos decidido ampliar sus horizontes, que vean que hay un mundo mas allá de papá y mamá. Gracias a nuestra amiga Gema (las fotos son suyas) y a un proyecto genial, educArte, un centro de educación creativa y expresiva, en contacto con la naturaleza, con animales, y con actividades creativas y estimulantes. Todo fue muy fácil. A los cinco minutos ya estaban jugando, curioseando y pintando. –"Decidle 'adiós' a papa" –"Adiósss"... Ya os contaré más acerca del centro y el proyecto en otro post, y cómo va la experiencia según pasen más tiempo allí.
Ese primer día, mientras tomaba ese café tranquilamente, tuve tiempo de pensar en todo lo que había leído sobre lo duro que es dejarlos llorando en la puerta de la guardería o del colegio, los primeros días de clases, y lo mal que lo pasan muchas madres (y padres), cómo se les encoge el alma. Para mí, egoístamente, también fue duro dejarlos allí. Pero porque por primera vez me lo estaba perdiendo.