Sabia que era el fin de mi especie, aunque poseía semillas para procrear, no podrían germinar porque no serían incubadas por mi, ni por nadie.
Pensé y pensé para que no hubiera un fin total, ese que se acercaba como si castigo de Zeus se postrara a mi por no querer sucumbir a mi muerte, y muerte de la especie.
Aún sabiendo que moría y con una pequeña esperanza como semilla en mi, una especie de magia me inundó la totalidad del alma, la llaman magia si...
Divisando desde la cúspide piramidal de especies la caída, daba un vértigo espantoso verse así, aunque, si, creí en esa magia, esperanza o nombres mil que daban aliento al no fin. Y no sucumbir.
Con poder de hacer cualquier cosa, la Extinción estaba cerca, y nada se me ocurrió, era mi Fin y el Fin de toda una extirpe de sueños cumplidos, pues todo lo que imaginamos como especie lo llevamos a cabo.
Y jamás se nos ocurrió imaginar el fin como especie, se cumplió por ser excepción a esa regla de crear lo imaginado.
Unos decían, que por ponernos a la altura de la Divinidad, ésta nos quitaría la existencia para llevarnos con ella misma.
Yo, me resistía, implacable, no merecía divinidad ni existir, pero si, los de dentro de mi querían vivir.
Y resurgió en mi un pensamiento de los que naufragaban en el viento, y parí las semillas a combatir...
Semillas que serían tragadas por algún ser con las mismas ganas de Inmortalidad como mi especie.
Mi semilla hablaba, aunque, no se la escuchaba, por eso no germinaría, pues el germinar de mi semilla consistía en ser tan mimética que atraía solo por lo audible y sin especie oyente no brotaría.
Hoy, si hoy, les hablo desde dentro del ser que oyó la llamada de seres sin parangón en los reinos animal o vegetal...
Y decirles, que puedo ser algo patoso, pero ayudo al impertinente que escribe, a esculpir piezas para igualar la belleza de Ella, por algo se empieza.