890 | Anatomía de un enfermero.
El diario de Bruno Fernández.
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Mi inclinación por ser enfermero se puso de manifiesto cuando tenía 14 años, porque veía a mi madre llegar del trabajo sabiendo que había ayudado a las personas que estaban internas en un hospital y que debido a su buen hacer y a su ánimo pues contagiaba a esas personas que estaban postradas en una cama y que tenían que estar mucho tiempo en ella, haciendo que su estancia lo llevaran con ánimo y con calma.
Es por ello que decidí seguir los pasos de mi madre, estudiar una carrera que para mi es bonita y que sales con una sonrisa sabiendo que has hecho una buena labor y sabiendo que has ayudado un poco a esa persona que por desgracias de la vida tiene que estar un tiempo acostadas.
Una vez que había sacado dicha carrera y después de haber aprobado las dichosas oposiciones al SERGAS, meses después empecé a trabajar en Urgencias y recuerdo que estaba todo nervioso, que no me salía nada y por suerte estaba mi madre desempeñando ese turno que le tocaba.
Recuerdo que el primer día no daba una a derechas (seguramente sería lo normal) y recuerdo que mi madre siempre me decía: "Mangonéame todo lo que quieras, sabes que estoy aquí para echarte una mano, hijo".
A medida que iban pasando los días pues ya me adaptaba a la vida de Urgencias hasta llegar a ser el enfermero que soy hoy en día, gracias a las personas que hicieron que aprendiera y me adaptara lo más rápidamente posible.
Pero también ser enfermero, pienso, que también es implicarse con los pacientes: dándoles apoyo en los momentos más difíciles, intentar que estén contentos y sobre todo, prestarles la atención que merecen.
También hay momentos de tristeza, porque cuando te implicas tanto en un paciente pues la vida le da un duro revés y tristemente ese paciente pierde la vida.
Recuerdo un caso de un accidentado de moto (tenía unos 35 años), que no llevaba casco y entró en urgencias en situación crítica y los médicos dijeron que, seguramente, que de esa misma noche no pasaba.
La familia estaba allí, en la sala de espera de urgencias, esperando tan terrible noticia o que sucediese un milagro.
Estuve siguiendo la evolución del motorista, he de decir que el chico aguantó tres días, hasta que su vida se apagó un día de madrugada.
Me tocó a mi darle la noticia a la madre del chico (aunque lo más normal sería que se lo dijese un médico, pero de aquellas estaba muy liado con otro paciente).
Aún tengo en mi mente las palabras que le dije a la mujer: "He de decir que su hijo estuvo aferrándose a la vida todo este tiempo, fue un valiente, pero he de decirle que ha fallecido hace unos minutos".
La madre se abrazó a mí llorando y yo le devolví el abrazo acariciándole la espalda de tal manera que intentaba tranquilizarla, aunque no se fácil, dándole palabras de aliento a la mujer.
Desde hace unos años estoy en la planta infantil de un hospital de A Coruña, cuidando a esos niños que mas que nunca necesitan mimos, atenciones, etc…
Yo estoy orgulloso de mi trabajo, ya sean turnos, dobles turnos o estar 24 horas trabajando (o incluso 36 horas, en una ocasión)… Puedo estar de mala leche, tener un mal día o simplemente, no estar de buen humor, pero sé que no puedo descargar mi ira en esas personas que no tienen culpa de estar en una cama y que siempre les pongo buena cara.
Como dije antes, no me arrepiento, ¡me gusta lo que hago!, aunque otros piensen que estamos ahí solo porque ganamos un buen dinero.
Pienso que ser enfermero hay que sentirlo, vivirlo, tendrás momentos de alegrías y de tristeza pero no deja de ser una profesión noble.
Bruno Fernández | @BrunoFdz