Cuando era niña mi madre me cantaba una canción. Hablaba de las esquinitas que tenía mi cama y de que cuatro angelitos estaban en ellas, guardándome cada día. Era una melodia tierna y dulce, que repetía noche tras noche y con la que me dormía feliz.
En una ocasión le pregunté si los ángeles son chicos o chicas y ella me respondió que los míos eran niñas como yo. Ese día decidí ponerle nombres a mis ángeles. Hoy solo me acuerdo de Sara, quizás porque era un nombre que me gustaba mucho de pequeña y por eso me ha acompañado en el recuerdo.
Hoy, la doctora que ha tratado a mi hijo tras el accidente, y gracias a la cual está con vida, se llamaba Sara. Supongo que ese ángel que me acompañó en mi niñez, no ha abandonado a mi pequeño cuando tanto lo necesitábamos ambos.
Voy a intentar recordar los nombres de los otros tres. Quiero agradecer a todos ellos que sigan a mi lado y lo quiero hacer pronunciando sus nombres muy alto.