Mi querido amigo, El Chico del Niki Rojo, escribió hace tiempo que estaba muy agradecido a su ángel de la guarda particular. Sus comentarios acerca de su especial influjo protector me sorprendieron mucho, pues, hasta entonces, yo no había reparado en la cantidad de vicisitudes a las que me he enfrentado y de las que he salido airoso de manera extraña. Nunca pensé que uno o varios seres celestiales me estuviesen ayudando en esos lances. Pobre imbécil, tenía la sensación de que las batallas que he librado en mi vida las había ganado yo solito.
Sin embargo, estos días he estado reflexionando sobre ello. La otra tarde me empeñé en contestar por escrito a un indeseable. Algo me decía que no merecía la pena hacerlo, pero continué. Estaba utilizando el correo electrónico y, de repente, me apareció un mensaje en pantalla explicando que la conexión con el servidor se había perdido. Como un rayo utilicé la opción "copiar" para salvar el texto que ya había escrito. En un instante, me encontré fuera del programa.Como soy persona obstinada, volví a entrar en el correo. El texto no se había guardado de manera automática como borrador. Lo había perdido. Así que inicié uno nuevo y pegué lo que había copiado. Me alivió recuperarlo y seguí escribiendo, con un tono cada vez más duro y exacerbado. Estaba machacando al contrario, a mi enemigo. A los dos minutos, cuando estaba pensando en una nueva frase, volvió a aparecer el mismo mensaje aterrador: "Se ha perdido la conexión con el servidor". Esta vez, ni siquiera tuve opción de copiar lo que tenía escrito.Me di por vencido. Era inútil volver a copiar el texto inicial y repetir los nuevos párrafos. Ya no habría sido lo mismo. Apagué el ordenador y me fui a la cama, malhumorado por mi mala suerte y muy cabreado con mi servidor de correo.
Esta semana me telefoneó un amigo para comunicarme la muerte del destinatario de mi mensaje la misma noche en la que traté de hacérselo llegar. Quedé perplejo y shockado. Entonces, comprendí lo que había sucedido y me horroricé. Alguien, muy probablemente mi ángel custodio, me estaba dando a entender que era estúpido lo que estaba haciendo. No tenía sentido. Esa persona nunca leería mi mensaje. Yo no podía hacerle daño con mis palabras porque, en ese momento, ya no estaba entre los vivos.
Ese día comí muy poco. No paraba de darle vueltas a ese suceso. Me estaba limpiando los dientes frente al espejo del baño y el agua me pareció algo más fría que de costumbre. Me imaginé a mí mismo de nuevo frente al ordenador, al tiempo que una voz interna me susurraba: "No te molestes, cabrón. Ya estoy leyendo lo que escribes. Me estás poniendo a parir. Y no puedo responderte, pero ya lo haré".
Llevo dos días durmiendo poco. Y ahora no sé si creo más en mi ángel custodio o en la vida después de la vida. Mi recomendación es sencilla: cuando tengáis la impresión de que hay algo o alguien que no parece desear que hagáis una cosa o que ésta se pone cada vez más difícil sin motivo aparente, está claro que no procede. Dejadlo pasar. Será que tenía que ser así. Estoy convencido.