Se acerca San Valentín, la mayoría de gente tiene un amor que festejar, un servidor no y tampoco lo espera.
Mi difunto abuelo bromeaba diciendo no te cases nunca, sospecho que pensaba que careciendo de movilidad intuía que no me sería fácil encontrar pareja.
El destino le ha dado la razón, lo más parecido al romanticismo que conozco son mis musas, las cuales en el discurrir del tiempo se han convertido en suministradoras de epitomes y compañeras de estudios.
Inspiradoras de poemas hermosos, aunque en la mayoría de casos son damas lejanas a las que adoro pero que jamás veré.
Caso aparte es mi mayor seguidora una aguerrida psicóloga argentina que me ha introducido en el mundo de la meditación, el tantra y la cultura india que es fascinante.
Además de ayudarme a entender el proceloso mundo de la programación neurolingüística y en momentos de zozobra psicológica y anímica.
Los ángeles existen y tienen nombre de mujer y a un servidor le han ayudado a volar en más de una ocasión.
Aprovecho estas líneas y la ocasión para decir algo que no suelo decir nunca os quiero mucho y os profeso gran amor a mis musas y a mi maestra en psicología e inteligencia emocional, la psicóloga Marcela Baldini que me aconseja desde hace años de modo altruista desde el corazón.