Ya te tengo junto a mí, después de nueve meses de espera. Eres mi milagro, mi angelito, lo mejor de mi vida. Tengo que contarte tantas cosas que no sé por dónde empezar. Podría pasarme horas contemplando tu sueño, tu suave piel, tus manitas cerradas, la inocencia que te envuelve los párpados. Tu mayor protección serán mis brazos porque allí fuera deberás enfrentarte a los peligros del mundo, a las caretas y a las decepciones. No creo que pueda prepararte para nada de eso pero te daré la mejor educación, los valores más humanos. El éxito de tu aprendizaje será para mí mi mayor regalo.Te cuidaré y te enseñaré la importancia de la familia, la necesidad de estrechar lazos, de cuidar y defender lo que a uno tanto le ha costado ganar. Viviré tus triunfos minúsculos como grandes victorias, te consolaré cuando las lágrimas encharquen tus creencias más firmes, te abrazaré tras cada derrota, me convertiré en cicatriz invisible de cada una de tus heridas. Te enseñaré a leer y a contar, a apreciar la vida y a ser crítico y perseverante, juez de injusticias, sabio entre ignorantes. No te puedo proteger del dolor ni de sus múltiples y escurridizas formas pero puedo forjar tu personalidad a fuego lento, castigando tus errores, premiando tus logros.
Sólo te pido que no me dejes nunca, que el vínculo sagrado que nos une sea eterno y no perezca entre las llamas de una vida de paso, que sea más fuerte el recuerdo de lo que te he dado, de lo que he sacrificado para ti. No quiero ser huérfana de maternidad. La inocencia que cubre tus párpados resbalará por tus mejillas en una no muy lejana primavera y se confundirá con tus sonrisas y tus primeras palabras. Y yo seguiré fiel a tus deseos, abrazada a tu dulce y suave piel, mi angelito. Dejando fuera, por el momento, todos los males y todos mis miedos.
Dedicado a todas las madres