Sólo te pido que no me dejes nunca, que el vínculo sagrado que nos une sea eterno y no perezca entre las llamas de una vida de paso, que sea más fuerte el recuerdo de lo que te he dado, de lo que he sacrificado para ti. No quiero ser huérfana de maternidad. La inocencia que cubre tus párpados resbalará por tus mejillas en una no muy lejana primavera y se confundirá con tus sonrisas y tus primeras palabras. Y yo seguiré fiel a tus deseos, abrazada a tu dulce y suave piel, mi angelito. Dejando fuera, por el momento, todos los males y todos mis miedos.
Dedicado a todas las madres