Celebrar el Día del Teatro, justo ése y no otro, asistiendo a un casting para una obra. De teatro. Con posibilidad hasta de ensayos pagados.Desincrustar durante dos días el alquitrán acumulado en las cuerdas vocales; descubrir que el tabaco ha hecho daño, pero todavía es recuperable al punto de afinar correctamente.
Adelgazar 2 kilos sólo por ensayar dos veces una mini-coreografía para el casting mentado. Y sin sudar apenas. Pero descubrir que la proporción de flato en los higadillos ha crecido de manera sospechosa. El ordenador tiene la culpa.
Comprobar en el vídeo post-casting que los 10 kg. de la dieta de engorde sólo han hecho más redondos los muslos, un volumen apenas perceptible. El resto del cuerpo, el cuerpo entero, sigue pareciendo el de una veinteañera chuchurrida. Para qué tanto malgasto de comida.
Llevar un carrerón frenético de entrevistas de trabajo, algo dispares: dependienta en tienda, encuestadora cuatrera (a 3€ la entrevista), social media, diseño y actriz. Casi, casi, consigo un mini-mierdijobs para el día de la huelga general. Para ese y no otro.
Retro-feedback con la fuente original distribuidora enlazando una ¿reseña? literaria de este blog. Y eso que no las he hecho con afán docto, sino con lo que me ha salido de los ovarios. ¿Por qué parece tan fácil, industria editorial? ¿A qué esperáis para ofrecerme colaborar con cualquier revista, que ya estoy cansada de enviar cvs en formato papel, digital, estroboscópico y hasta con moño? Ah. Vértigo.
La novela regresa a oleadas, amorfa. Había primer capítulo, último, dos de en medio, diseño de portada y cinco títulos a elegir. Pero el primero ya no lo es, puede que empiece por el final. Flota. No hay tiempo para escribir todo el desarrollo que me satura las neuronas.
Incluso aparece un Adendum, libro recopilatorio de poemas, una despedida.
Todo eso en apenas tres días.
Y gira, over & over again. Golpean raras coincidencias.
La vida no tiene sentido. Y a quién le importa, a quién.