De ella se ha dicho que si hubiera nacido británica su nombre se habría ensalzado en los cuatro continentes porque como poetisa rusa está a la altura de Pasternak y como mujer poeta es la mejor del siglo XX. Sus poemas líricos amorosos son como novelas de ocho o doce lineas. Expresan complejas emociones y ejemplifican la definición de la poesía como "una ansiedad enfrentada con una técnica".
Akhmatova conoció temprano el terror. Su marido, el poeta Gumilev, fue asesinado en 1921 y, en los años treinta, todos sus allegados fueron encarcelados o liquidados, entre ellos, su hijo, su segundo marido y el poeta Osid Mandelshtam. Durante la postguerra fue objeto de enconadas difamaciones y se la describió como "medio monja, medio puta".
Entre tanto había escrito ya una obra maestra, un largo poema, "Réquiem", en el que se compara a las esposas y las madres de las víctimas de las purgas con la afligida madre de Cristo ante la Cruz. Su otra gran obra es "Poema sin héroe", una compleja epopeya histórica.
Hoy su talento como poeta es inseparable de su categoría humana.