Revista Literatura

Año Nuevo

Publicado el 11 enero 2024 por Lachicadelte

El otro día se me pasó por la cabeza una imagen mental que me pareció curiosa. Era la noche de fin de Año, y cruzaba el río con mi pareja, a través de uno de los puentes de la ciudad que está prácticamente a las afueras. Nos dirigíamos a casa de mis padres para celebrar la Nochevieja. Serían más o menos las ocho de la tarde, por lo que era completamente de noche. El puente era lo único que estaba iluminado por una fría luz blanca de farolas. Al mirar a la izquierda, únicamente se veía a lo lejos el otro puente, separado de nosotros por una larga extensión de agua negra. Al mirar a la derecha, la ciudad acababa y sólo se percibía una oscuridad en el horizonte que parecía no tener fin. Hacía algo de frío, aunque la noche estaba calmada. Había llovido. El final del puente se me antojaba muy lejano, aunque sabía que ya no quedaba mucho para llegar a la otra orilla.

Y entonces pensé en aquello del cambio de un año al siguiente. Cuando un año se acaba y otro comienza. Ese paso intermedio que, ¿por qué lo hacemos todos acompañados, física o espiritualmente? Mucha gente se reúne en Nochevieja. Incluso hacemos todos lo mismo. En España y otros países afines, tomamos las doce uvas; en otros lugares, simplemente hacen una cuenta atrás conjunta. Pero la idea es siempre hacerlo en compañía, en comunión. Como si aquello de pasar de un año a otro fuera como cruzar un puente. Como si ese lapso de tiempo entre el fin de un año y el comienzo del siguiente estuviera sumergido en la nada, en la oscuridad sin fondo, y necesitáramos ir unos con otros de la mano hasta llegar a la orilla. Ese miedo a lo desconocido. Al año Nuevo. 

No sé por qué vino esa imagen a mi mente en ese momento, pero de vez en cuando me acuerdo de ella. Supongo que debe ser porque no sé qué me deparará este nuevo año. Y porque cada vez pienso más en el hecho de que podemos planificar y planificar nuestro año, pero finalmente todas aquellas proyecciones iniciales son eso, proyecciones. Las que llegan a materializarse, lo hacen muchas veces de manera discretamente diferente a como habíamos previsto, muchas veces para mejor (otras no). Otras no tienen lugar. Otras que no preveíamos, suceden. Es lo mágico del asunto, supongo, ir descubriendo día a día lo que nos depara la vida. Sin embargo, creo que lo nuevo, lo desconocido, me produce con los años, cada vez más "desasosiego", por definirlo de alguna manera. Me aferro al año que está a punto de acabarse porque es algo "seguro", y me cuesta un poco soltar las riendas y dejar que lo nuevo se abra paso. Por eso creo que es buena idea que alguien me acompañe en ese camino que es de luces y sombras, de mágicos instantes y de momentos más oscuros, que van conformando los tonos y colores de los que estará hecho el nuevo año, la nueva orilla. Lo que desde aquí es, aún, lo desconocido.

¡Nos vemos en el próximo té!

Año Nuevo

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